un acorde desconocido.

Al entrar en la estación, todo me daba vueltas, entre la desesperación y el desasosiego de no saber donde me encontraba y sobre todo mi borrachera de tristeza llevaba ya varios días apoderándose de mí... "no quiero pensar en la resaca", pensé al presionar el botón de la máquina para que me escupiera una botella de agua... La caída de ésta me provocó un pequeño susto.
"¡Maldita sea!, ¿cómo es posible que me encuentre aquí?"
Busqué en mi agenda de teléfono alguien con quien compartir mi locura, mi desesperanza:
- Bueno, no te vas a creer lo que me ha pasado..
- Vale, tranquilo. Ya está.- Su voz me tranquilizó.
Mientras hablaba por el móvil, una chica morena, sentada en un banco de la estación, me miró sorprendida de la conversación que tenía con el apaciguador de mi estado.
Llegó el tren, yo sabía que no iba a ser fácil, que por más que te imagines una situación y te prepares para afrontarla, en cualquier momento podían llegar los fantasmas-tormentos.
Me dieron ganas de llorar cuando entraba en el convoy que ajeno a su estampa, divisé de nuevo a la chica morena, que sin darme cuenta estaba sentada enfrente de mí.
A mi apaciguador le dije que quería que fuera él quien me cuidara, me tocara, que no quería volver a sentir otras manos, otros besos. Mi desconocida sutilmente se había metido en la conversación y en mis pensamientos, colgué la llamada con unos besos como los de siempre... y mi desconocida me sonrío.
Le puse música a mis oídos, y ella volvió a mirarme, esta vez pendiente de la música que iba a escuchar. Me acordé que mi apaciguador me había pedido una foto, y era el momento para que mi desconocida se hiciera conocer.
- Perdona, ¿te importa hacerme una foto?
Ella con una sonrisa de emoción, me dice:
- Claro, no hay problema....
Mientras manejaba el móvil para que pudiera realizarme la instantánea, ella me preguntó si era nuevo, claro, pensaría que era un desastre.
- No, no es nuevo es que ni idea de las tecnologías.
Su sonrisa se hizo más amplia, a la vez que pensaría que estaba loco de atar.
Me hizo la foto, y me preguntó que podía repetirla hasta que estuviera satisfecho del retrato, porque ella se lo tomó a conciencia, amabilísima.
Le di las gracias, a mi fotógrafa de acorde desconocido, y como obsequio le ofrecí tres juanolas, a lo que ella tomó con una sonrisa aún más amplia.
- Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos, y por ser tan buena fotógrafa...
No dijo nada, simplemente se sintió abrumada por mis palabras.
Llegué a mi destino. Logré pasar entre la oscuridad y la bruma de mi sino.


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