cuando la luna cambia de color


No dejó que el despertador sonara, era fin de semana, de un brinco salió del calor de su acompañante de colchón y recogió una a una, sigilosa, todas las prendas deportivas que iba a ponerse. Estaba esperando la llegada del sábado desde el domingo después de ducharse, y borrar con el agua, las marcas en forma de besos, caricias y abrazos furtivos. La ducha purificaba su estado, pero no la devolvería una realidad sonora que se hacía patente en la mirada oblicua de Marta.
Marta vivía serpenteando el límite. El tiempo se paraba en sus manos atrapado, faltándole el aliento... Allí se paraba en seco como un parapete de adversidades que le proporcionaba sus decisiones... 
Inventándose, se hacía llegar hacia su boca por todo su cuerpo, aferrándose a una esperanza que poco creía, tan solo en la máquina gris que poco a poco era acechada por la duda.
Salió de casa, cogió el coche y pensó: "espero que responda a mis caricias y mis besos, y no busque razones donde no las hay. Me maldigo por haber creído algo de lo que no va a ningún lado... Vale mi libertad, sin medias tintas, creyendo en mi. Solo en mi."
De un frenazo aparcó, dejándose caer en el asiento, rozando las lágrimas con sus labios, succionaba la tristeza que desprendía su querer. La luna seguía viva delante del desaliento de Marta, de un color difuminado en un amanecer anaranjado.   
Marcos esperaba en la pared de ladrillo rojizo, oculto, con las manos en los bolsillos, refugiaba su cobardía entre un silencio y una espera. 
Marta brillaba como las dudas que reposaban en su cabeza, divisaba a un Marco cabizbajo apoyado en los ladrillos que pesaban. Corriendo hacia él, lloraba con rabia de su lado cruel, quería decirle todo y no hacer nada por intentarlo, la agonía que quedaba cuando volviera su recuerdo.
Uno frente a otro; Marco acercó una mueca en forma de beso a los labios hambrientos de Marta... "Todo una farsa", pensó.
- No quiero esos besos que crean un vértigo en mi cabeza. Quiero desnudar tu alma frente a las caricias de la verdad, sin trabas, bajo una luna que cambia de color, Marco.- Se limpiaba las lágrimas con ímpetu.- ¿Ves? Aquí estoy como cada sábado y como cada maldito domingo, para rozar tu cuerpo vestido, y alentar este fuego que llevo dentro. Lanzarme esos besos del revés, y yo como tonta, alcanzarlos y ocultarnos como fugitivos enredados con tus promesas y tus sonrisas... Y aquí estamos, sin más... 
- Preciosa mía... Sabes que no puedo, poco a poco, quiero que seas mi instante, mi suspiro, mi segundo ganado de vida...
- de vida oscura, Marco... .- llora.
- No, Marta... sabes que no. No quiero que seas el mañana porque yo no he buscado el mañana, busco un presente, un crecer en el camino que vamos construyendo. Me gusta sentir que formo parte de...
- Un todo que desaparece poco a poco, a cada instante, en el que tú haces que aprenda por esa soledad que llevas en tu vida. Nunca has querido a que te ayudara a entender mi locura, Marco.
Marco se acerca a Marta. La besa lentamente. Es el momento en el que puede llenar la vida entera de Marta.
Marta se deshace entre los labios y el aliento fresco que consigue del suspiro del amor que siente por Marco.
Se despiden. Marta recoge entre el sudor de su footing, los abrazos deshechos, los besos desahuciados y las caricias derramadas a la luz rara de la luna. 
Retumbará con el arranque de su coche el te quiero forzado, sin conocerse ambos, en el corazón herido de Marta... Las sumas se convirtieron en restas, en su locura... Ya no alcanzará más una orilla en ese mar de dudas... 
La ducha profunda de este sábado era el perdón de sí misma; perdón, por esperar una caricia, por no saber hacerlo mejor, por no saber ganarme su amor. Para ella, ahora, era tan difícil respirar en esta profunda soledad, intentaba que se despeñara por el desagüe como las algas de alta mar...  
El cielo y el sol van dejando el rastro a una luna altiva, cambiante en la mirada de Marta, mirada de agua dulce,  descifrando el mapa de su  corazón. 

Comentarios

  1. Tengo un poco de Marta, también me aferro a una esperanza, con los besos furtivos, las caricias de cuando en cuando y luego me digo no es realidad!!! Gracias Miguel Ángel. AX

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    1. Anónimo, quién eres, me gustaría poder dirigirme a ti...

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  2. Seguiré leyendo tus relatos, lo descubrirás poco a poco o te lo diré algún día... He leído muchos antiguos y nunca comenté nada y si ahora lo hago es para en medida de lo posible animarte, que te leemos que no dudes de ti, como yo dudo de mi. AX

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    1. qué inquietud y misterio... gracias en cualquier caso por tus palabras y por tomarte el tiempo en leerme... un abrazo!

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