La elegancia del ciprés

Ya no soy yo, ahora eres tú.
Entre la decencia y tu movimiento existe un mar de dudas, deseo que tropieces con tu propio corazón, y descubras la elegancia del ciprés. Mi indecisión provocaba vuelos a ras de la litosfera para sobrevivirte en mil pedazos, recogidos poco a poco, en la oscuridad en cada ausencia que no he logrado olvidar.
No, no, no hay nada, todo está en mi cabeza... me decías con caricia y fin. Palabras majestuosas libres de composturas, con carencia de elegancia...
Fíjense si la elegancia existe hasta en la rutina con tan solo una mirada, con un beso al aire... pero tu partida duele en su momento, ahora doy paso al tiempo al que diste nombre, y yo borro lento y al unísono con mis manos de las que besabas, tocabas... jugabas...
Lo bonito es la elegancia, con porte soberbio, pero no llegas a lo fútil de un dibujo infantil que con mediocridad intentas maquillar lo que es derroche de normalidad.
No hay consuelo, ni amor propio por si mismo y sin absoluta condición. No tienes inocencia, ni fugacidad de generosidad, sólo charlatanería barata, ahora sí es la última vez que va a salir el sol... cuenta con los dedos las veces que te fallé, ahora ya no. Perdidos sin salida, náufragos sin rescate, pero yo elegante y altivo, cual ciprés.

Comentarios

  1. A veces es difícil para mí seguirte, pero lo hago al fín. Querido, este relato duele, por la indolencia, por la ácida presencia del rencor. O así me lo parece a mí. Es así? No sé pero me ha gustado mucho. Besitos.

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  2. Pasión y rabia más que contenida, estallada. Qué hau de esa "masa de pan amasada por besos, ternura y afecto"

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