Manhattan & Sushi (14): Buenas tardes, Tristeza.

- Bien... venga conmigo, por favor... .- La misma enfermera me había invitado a seguirle.
- De acuerdo... .- asentí.
- Chicas, os quedáis con mis cosas, ¿vale?
- No te preocupes, Susa, te esperamos en la sala de espera.
Creo que dominaba la situación, pero me entró un miedo terrible, las piernas me temblaban y una sensación de tristeza recorrió mi cuerpo desde mis pies hasta el espinazo de mi cuello.
Oculto varias verdades; una me crece dentro, Otra me crece fuera, no puedo evitar acordarme del hombre al que quiero y mientras me van a extraer sangre para mi amiga que está al borde de la muerte. Sensaciones que no puedo evitar, y la situación se agrava por momentos.
- Susa, espera... .- me grita Bibi por el pasillo.
- Un segundo, mi amiga me llama.- le dije a la enfermera.
- No quiero que me digas nada, para mi lo más importante es Lola, ¿de acuerdo?, ni bebé ni hostias, Bibi... Si me dices que no done, no te haré caso.
- Gracias... no te voy a decir nada. Simplemente darte las gracias.
- Pero qué gracias, ni nada, todas lo haríais por mi, ¿no?... lo malo es que tengo un miedo que te cagas... mi cabeza va a mil por hora, Bibi. Espero dominar la situación.
- Disculpe, ¿puedo entrar con ella?.- alzó la voz, para que la oyera bien.
La enfermera vinagre asistió y dijo con su dedo índice que sólo una persona, que era un espacio pequeño y dado la circunstancia permitía que alguien acompañara a la donante.
- Aviso a las chicas, y vuelvo, un segundo.
Al instante me sentí mejor, tener a alguien cerca, cuando mis problemas arrullan mi alma, aunque Bibi estaba al límite, lo mismo necesitaba evadirse conmigo enganchada a una máquina vampiresa.

Después de oír las malas noticias de los médicos, esperamos en la sala de la unidad de Trauma los cuatro, hasta que me llamaran para la donación de sangre; Marco lloraba, Chusa le voceaba, Bibi absorta por la ventana y yo vomitaba en la papelera.
Formábamos un círculo al que le había salido una tangente, Lola, que necesitaba de nuestra ayuda, nuestro apoyo de los cuatro.
-Marco o dejas de lloriquear o te suelto una hostia que te vuelvo del revés.- increpa Chusa.
-Bueno, lo que faltaba, que vengas tú a decirme lo que tengo que hacer... Me vas a tocar el forro.- llora Marco.
-Vale, ya, por favor, que estáis en un hospital no en una lonja... si discutís salíos fuera.- dije serenando la situación.


Se llama Angustias Romero Hernández, y desde hace varios años, es la flor de mi tormento; se coló en mi vida, en mi casa y en la entrepierna de mi novio. Y ahora estamos las dos embarazadas del miserable gusano, al que amo con toda mi alma, pero intentaré desengancharme como el tísico a la metadona, o el romántico a la luna.
Angus, para los amigos, formaba parte de nuestro grupo hasta que se fue a Manchester a terminar sus estudios, cuando volvió, había cambiado: su carácter se volvió iracundo y su vida austera, seguro que por las penurias, que según ella pasó.
Formada en una de las familias más ricas de la ciudad, siempre ha sido un lobo con piel de cordero, y ha hecho lo posible por trepar en todos los sentidos. Es mala, envidiosa y sabe cautivar, como una amantis religiosa, a cuantos le rodean.


- Susa, se te ilumina el móvil.- me dice Marco, sonándose los mocos.
- ¡Ah! está en silencio. Gracias, tesoro.
- ¿Sí?
- Hola Susa, soy Angus.
Las náuseas secas que habían remitido, volvieron, con espasmos a mi tristeza que ya aumentaba como la caída de la tarde... Tape el micrófono del móvil...
- Chicas, es Angus... La que faltaba.
- Dame, pásamela, que la digo tres cosas.- Chusa enérgica.
- ¿Pero esta tía no se cansa? Es la reina de la amargura... Si lo pasas mal, aparece Angus, es como una señal... .- Marco volvió a llorar.
- Despáchala pronto... que te van a llamar, Susa.- me dijo Bibi, más sensata.
- Angus, ahora es un mal momento... no puedo atenderte, te llamo yo...
- No me vas a llamar, Susa. Está bien, no te molesto ahora, pero volverá a llamarte más tarde... Es necesario que hablemos. Estoy embarazada de Feliciano y sé que os estáis viendo..
- Angus, de verdad... no...
- Susa, no te culpo, he cambiado, y es necesario que hablemos.
- Está bien, llámame luego, pero ahora me es imposible.
- De acuerdo. Luego, Susa. Chao.- Se despidió.
- Chao.
Se me quedó una cara de idiota, mi rostro blanquecino, mis ojos llorosos, sin maquillaje; no sé que más puede pasar ya...
-¿Qué coño quiere la desequilibrada esta?.- Bibi y Chusa al unísono.
- Hablar conmigo, está embarazada, y sabe que...
- No jodas... qué valor tiene Feliciano.- suelta Marco.
- ¿Qué es lo que sabe, Susa?.- preguntó Chusa.
Me vino una imagen del recuerdo, envuelta en la humedad de mis lágrimas y el frío del momento, sólo me faltaba la niebla que ocultaba mi corazón para rematar una ambientación exquisitamente decadente...
Estoy de atar... y en ese instante caí redonda al suelo.
- Susaaaaa...


TO BE CONTINUED...

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