Arena en los zapatos



El sendero blanquecino que antes se hundió en la arena, con las caras ateridas labran una diminuta sonrisa, Ángel y Lucas se besaron, dejando entrar la fábula del final de su verano.
Se conocieron con el almendro en flor, y se dejaron con la llegada de la uva moscatel a sus tierras rojizas del sendero de la pasión.
-No puedes mirar al sol, a los hombres nos gusta el tiempo de ritmo rápido.- decía Lucas entre lágrimas.
- Tengo que guardar lo nuestro en alguna parte de mi, y tú tienes que ayudarme. Te quiero, pero no puede ser, somos líneas azules que quieren escapar, buscando lo que no podemos encontrar juntos.- se deshizo Ángel, sentado en la arena.
El amor de verano, en una ínsula cualquiera del destino, que desde las ventanas amarillentas de su calor, decidieron despedirse.
Tiene que venir el sol, húmedo y tímido, sin sacar la cabeza, limpiando el camino de libres lastres que sumergen en el fango del miedo a ser veraz.
Se comían como animales rutinarios, pese a que sus zapatos estaban llenos de arena, una arena fina, no molesta a veces, otras sufrida por despecho, e incluso contada grano a grano, taciturno en uno solo.
Debían luchar desde un principio y quebrar con dulzura lentamente sus párpados, cara a cara, marrón contra ocre y seguir la ternura y el amor del compás de los ojos tristes, sin romper el ritmo de capricho antojado.
Lucas amaba, Ángel quería, ambos desvanecían dudas del fin, por saber de que sabor era el desamor sin soltarse de las manos, se perdieron entre sus bocas sin palabras ni razón, solo silencio... las caricias rompieron la simetría tropezando entre los dos una intensa lluvia...
-Entiéndeme que cuando te digo que la lluvia es el licor del delirio es porque quiero que nos la bebamos a sorbitos.- despejaba, Lucas entre sus manos prodigiosas,
- Cómo añorarte, buscando tu olor en mi alma, se acaba como lo conté... los sueños se quedan dormidos en el quicio del precipicio de la noche.

Dichosa la vida, el amor que robaron a desmano y el timbal de la huida hace pequeña a la estupidez de un mal acto, de una mala acción. Ellos recordaban las esencias, los olores precisos, las melodías incrustadas entre sus pensamientos, amparados en las nubes de la desbocada tormenta de todo acabó.
La arena comenzó a ser más abundante y rebosaba los zapatos enterrados entre la osadía de ir en contra de lo repentino.
"Hemos perdido, perdido el tiempo, la pasión siendo difícil la marcha del adiós, lo dimos todo en nuestro lugar perdido, y torcer con suavidad para otro lado la cabeza. Ya no tengo razón para seguir... Llueve sobre mojado, en la tormenta de acuarela de nuestro amor."
Se calmaron.
Lucas beso las manos de Ángel, las envolvió entre las suyas y volvió a besarlas con besos opacos que salían intermitentes de su boca.

Comentarios

  1. Un mal final, o quizás un final realista y esperado, como deberían ser muchos finales al fin y al cabo, legales y sinceros.
    Hay veces que por no ser sinceros con nosotros mismos, se nos llenan los zapatos de arena, y a la vez, muchas veces ajenos a todo, estamos llenando también los de nuestra pareja, con la que quizás nos precipitamos. Siempre hay una línea roja en la que aún se puede o se debe dar marcha atrás o cruzarla y seguir hacia adelante, quien sabe....., pero hay veces que arriesgamos demasiado y cruzamos y cuando vemos la línea roja está demasiado lejos, ya no podemos volver, ahí ya nos pesan demasiado los zapatos, estamos dejando de ser sinceros con nosotros mismos y con la otra persona......¿Qué elegir?, ¿Qué es mejor??

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