¿Seguirías amándome ?

 



- Y si te dijera que tengo el corazón en la boca, ¿me creerías?.- levantó su mirada hacia mí.

- Dime, ¿seguirías amándome, o me abandonarías a la suerte de un destino fatal?

Un movimiento de cabeza negó mi pregunta.

Lo sabía. Se lo ponía en bandeja, quería que me dejara, mi miedo quería vivirlo solo. No necesito a nadie y menos a alguien que no sabe fluir en su sentido propio. Cobardes sin sensibilidad. 

Terminé con la casualidad. Soy indeciso, tenaz, tosco en cuestiones espirituales, tremendamente miedoso y odio tener que odiar pero sobra todo argumento cuando topas con el muro de contención de cemento armado...

Se acabó un tiempo que marcaste con tu presencia.- Alcé la voz a un mundo invisible.  

Soy extremadamente pasional, lo llevo todo al lado oscuro del corazón, donde dejo que los sentimientos terminen pudriéndose por el efecto del tiempo, maldito tiempo, por eso mis latidos producen ese sonido metálico hueco. Heridas hilvanadas al alma. De esta puta guerra que es el asqueroso amor... 

Mi alma habita en un desierto rosado, lleno de luz de atardecer cerrado por la inmensidad de la tierra y el cielo, sin confluirse en un punto. Son equidistantes, ¡tanto!

No creo que pueda soportar una herida más, encerrado en la oscuridad, ya no digo tu nombre, porque quedan en el guardapalabras del pasado. Solo quiero un dolor físico que oculte el mental, ese que ahoga mi vida. 

A veces siento la carga, donde la escena adquiere un vivo resplandor azul petróleo, y sin tener un espectador que pueda sentarse en la butaca a contemplar mi teatro, ese oscuro y misterioso, ese que perfuma tibiamente el ambiente de tragedia...

- ¡Qué trágico te vuelves, amor!.- susurró las cinco palabras con un sentido jocoso.

- ¿Amor? Qué puto valor tienes... 

- Vivimos el teatro de nuestra vida, ahora es el final de un estado líquido y convertirme en vapor condensado de la esencia del que fui.

De tu intransigencia, nace mi libertad; de mi impaciencia, la necedad. 

Intentaré mediante este efecto tóxico crearme el estado de embriaguez que me daba tu amor y no sé si lo tuve.

huyo de la obsesión y de tu egoísmo, que te convierte en peor persona.

Ojalá fuera mi rincón poético una fuente de ambrosía y que la luna pueda perderse entre las manos de dos amantes apasionados, entre besos de labios ardientes, y lengua prolongada y viva.

Ahora todo se atenúa... hasta este maldito sueño... o pesadilla. 




Pintura: David Scholes, "La obsesión" (2012)

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