todo empieza por un motivo




Maldita la noche. No quise pero sucumbí al deseo... Hace un rato me ha pedido que no haga las mismas cosas que hacía con él, y ante mi expresión confusa, me ha dicho: «No me hagas el amor, invéntalo para mí», lo que es quizá cursi o al menos una exigencia imposible, pero yo he asentido y he intentado imaginar que lo hago por primera vez. No follar, que era algo vulgar. Con vergüenza para saber sí iba a estar a la altura. 
Así que he pasado un rato largo recorriendo despacio su cuerpo con la yema de los dedos, intentando sentir la maravilla de que esa piel responda a la caricia, y notar cómo su respiración se altera dependiendo del lugar que tocan mis dedos; luego mi lengua hizo el resto... el
Trabajo sucio. 
Al rozar su nuca se le pone carne de gallina. También he acariciado sus labios tras mojar los dedos en mi propia saliva: los párpados se han movido muy deprisa, como si soñara alguna de esas aventuras imposibles que, según me ha dicho, recuerda siempre al despertar. Flashes. 
Entre los dos existía una química explosiva, fundidos en un beso largo de esos de película. Esta maldita noche me sentía el protagonista.

Pintura: José Marí, “desnudo masculino con árbol” 

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