F a m i l i a, bien... ¡GRACIAS! (1)


- ¡Qué sí, Clara!, ¡qué sí, coño!, que ya sé que tengo que ir a la comida el sábado, no entiendo lo que se celebra.- asiento con mi cabeza, y hago alguna mueca imitando a mi hermana a modo de parodia.
- Chico, pues lo que sea, el caso es juntarnos...
- Y salir como el Rosario de la Aurora... Como siempre, acabaré a la gresca con alguno, o con Leonor, que mira que es bicho, porque tengo unos sobrinos preciosos, sino, la mandaba muy lejos, Clara. Porque nuestro Augusto, mira que es calzonazos, el muy tontaina... Si fuera yo, uy, Leonor, uy Leonor.- muevo oscilante la cadera y meneo la mano al aire. 
- Octavio, de verdad, mira que te gusta liarla, muérdete la lengua como lo hago yo, yo paso, solo tienes que estar un par de horas con todos...
- Y oyendo masticar a Elías, que me pone enfermo... Ni mamá sin dentadura mastica así...
- ja, ja, ja, ja... llevas razón no sé cómo Agueda le aguanta, con lo quiquismiquis que es, porque con los chicos es una Rotermeller de aúpa... 
Nos reímos juntos, Clara y yo nos llevamos muy bien, aunque a veces discrepemos sobre asuntos familiares; ella es muy de ser piña y yo piñón, desperdigado.
- Bueno, que vienes, que dejes el mal rollo en casa, además hay sopa de marisco que te encanta...
- ¡Qué morro tienes! Te veo luego.
Al colgar el teléfono ya tuve la intuición de que iba a ser un sábado trágico, al menos, algún encaramiento habría.
Siempre tengo que explicar la composición de mi familia, con el término "Familia Porretas"; crecí en el seno de una familia numerosa, somos en total, siete, mal avenidos, al menos yo, que soy la oveja negra, el punto discordante, el grano en el culo: Octavio, tengo 46 años, vivo cerca de mis padres, Blas y Manuela, de 70 y 75 años respectivamente. Aunque no soy el menor de los hermanos, soy el soltero por lo que me toca cuidar a mis progenitores cuando no puedan valerse por sí mismos y cuando sí puedan... Tienen su punto, aunque a veces me dan ganas de matarles, así como que no quiere la cosa, tirarles por el hueco del ascensor cuando niegan evidencias o cuando me llevan la contraría por cualquier cosa... 
Fíjate si soy proyecto de parricida que a veces he quedado a comer con ellos y cuando he llegado, mi madre ya había comido, y eso que siempre voy pronto a comer. En ese momento me dan ganas de ahogarla. O ese día festivo que te llaman a las siete y media de la mañana, por el simple hecho de preguntarte que si la sopa de cocido la prefiero de arroz o de fideíllos finos... A quemarropa.


                     Tengo cuatro hermanos más, la mayor, Águeda de 50 años casada en segundas nupcias con Elías, un banquero jubilado anticipadamente, asiente a todo lo que dice mi hermana, no muestra sentimientos, y poco sociable, hay a veces que ni siquiera le pregunto si toma vino blanco o tinto, le sirvo la copa y ya. 
Águeda es la prolongación de mamá, hipocondriaca y algo coñazo, administrativa de profesión. Con su primer marido, tuvo un hijo Carlo, tiene veinte años, es un ni-ni, vamos que una ameba tiene más responsabilidad e inquietud que él. Con el banquerito andaluz tiene una hija, Helena. Nada que ver con su hermano, buena estudiante, apunto de ingresar en la universidad. Quiere ser bióloga marina... De eso esta familia tiene experiencia... porque somos todos especímenes a cual más raro.
Luego en línea sucesora se encuentra mi hermano Augusto, 48, dos más que yo, que lo lleva fatal, porque yo tengo pelo él no, él está más gordo y yo no... y ya sabemos que las comparaciones son odiosas, pero qué quieres que te diga, los genes mejores se quedaron en este mi cuerpo serrano.
"Arrejuntao" como dice mi madre con Eleonore, de origen francés, vamos dulce como un bollito de mantequilla, y una sonrisa perenne que hace que los momentos malos se auguren mejores... Sin descendencia, no les gusta los niños. 
Mi hermano es profesor Física en la universidad, siempre le hemos llamado el profesor chiflado. Eleonore tiene una boutique de ropa exclusiva.
Llegamos al punto álgido en cuestión, el enigma, Rosa, 40 años, lesbiana o al menos creemos todos, siempre viene acompañada de Eva a todas las reuniones familiares. Hace años mi padre me preguntó: 
- Octavio, hijo, ¿tu hermana Rosa es tortillera?
- Anda, calla, qué te importará a ti lo que es mi hermana, como si es bombera, o escaladora de los alpes... Te pregunto yo, ¿qué eres tú?. No, ¿verdad? Pues, hala, a ver el fútbol.
Nunca ha ratificado su orientación, todos mis hermanos lo dan por hecho, salvo mis padres, que hacen siempre una radiografía con sus ojos a la humilde y adorable Eva... 
- ¡Papaaa! ¡Mamaaaa! ¡Por dios!
Clara es la pequeña, tiene treinta y tres años, su novio, Mario de cuarenta; hacen buena pareja, son artistas, deambulan por toda la geografía vendiendo sus cuadros en galerías de mala muerte.
Esta es mi familia. En esta exclusivamente verán que cuecen habas, pero habas bravas, duras.

(Continuará...) 




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