s e i s

Hace ya seis años que te fuiste, entrada la primavera, junto a tus claveles rojos reventones que tanto te gustaban... 
De esos seis años no hay segundo que no me acuerde de ti. En los momentos flacos, ando por mi mundo interior como un vagabundo, dando tumbos y sin aliento de tener la esperanza de besarte, de intercambiar las palabras e inundarme de ese inmenso verde de tus ojos que me irradiaba la tranquilidad absoluta y entre los dos tejer las esperanzas de un nuevo amanecer...
Querida madre: no cambiaría por nada, tus confesiones en esos momentos duros, sumidos en lágrimas y desesperación; no cambiaría por nada, tu mala leche cuando no se hacía lo que tu querías; tampoco los paseos kilométricos agarrados del brazo, hablamos sin parar lo de uno y del otro lado del corazón y cuando tú te cansabas, me soltabas "Migué, hijo, no puedo má". Mi empeño para que comieras, mientras me perdonabas la vida con tu fruncido de ceño, que era capaz de alcanzarte la luna si te hubiera apetecido morderla.
Seis años ya sin imaginarme todavía mi vida sin ti, a tientas y con nebulosa, diviso tu rostro terso y tu pelo moreno.
Miedo tengo a que esa nebulosa se convierta en un velo tupido y oscuro que al cerrar mis ojos no me deje imaginarte. Son seis, sin sentir tu calor... seis malditos eternos.
Tengo en mi cabeza, cada momento de esas temidas 24 horas, en las que me aferraba a tu mano... Dormías y te contemplaba ensimismado; preguntándome una razón pero sólo hallé como respuestas, unas lágrimas errantes, visibles, vivas... 
Es verdad que dicen que cuando alguien importante se marcha, algo en tu interior se apaga y en el alma se abre una grieta marchita que gana camino a esa locura que forma la espiral del delirio perenne de esos suspiros, haciéndote vivir descontento, ajeno al desaliento. 
No me doy por vencido, madre, aunque quiero mi vida contigo, sé que te encuentras cerca, en cada prolongación de mi existencia.
Para mi cura, me bastarían tus labios, para la tranquilidad me bastarían tus caricias quitándome el pelo de cara... Para mi confusión me ayudarían tus brazos fuertes señalándome la salida de esta pena por la ausencia de lo que yo más quiero. 
Lloro para no olvidar mi dolor, porque sería de alguna manera abandonar mis recuerdos, mis silencios, mis pensamientos, y al menos ellos te mantienen viva dentro de mi. 
Solo tú y sentir tu infinita sonrisa presente, ahora he descubierto una vida sin ti, prometo encontrar el aroma de la esperanza hilando nuestras madrugadas para poder ser la lluvia de tu ayer, el repiqueteo del sonido al pronunciar el eterno te quiero. 
Seré lo que soñaste que fuera, y gritaré, en el vacío de mi desnudez, que te debo la vida. En la distancia cercana eres  testigo de mis pequeños logros, de mis grandes fracasos, por ello, mi soledad se irá con el olvido de la desdicha, llenando mi corazón de fuerza y de ilusión.

Madre, no me cansaré de escribirte, de hablarte, de ofrecerte, de mentarte, de invocarte... de amarte... son mis dosis de valor y fe.  Lanzaré esos besos al aire para que revoloteando busquen tu cara y estallen entre tus nubes como infinitos anhelos, y yo mientras, seré un pasajero de este viaje circular.
  


Comentarios

  1. Real, brote de tu corazón, hermoso. Ella estará contenta donde esté de su pequeño-grande con alma de oro.....Un abrazo

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