Otra piel, Otra Vida...

Todo está preparado. Todo; hasta el doblez de la servilleta. De las esquinas del matel colgaban dos ángeles dorados, como un ritual que ella siempre creía; cuatro ángeles de la guarda velan el encuentro. Al colocarlos sonreía por la canción de nana que le susurraba su madre mientras le llenaba la cara de besos. 
Pendiente del reloj, se sirvió una copa de vino; sorbo a sorbo miraba el reloj de pared mientras pensaba en lo difícil que había sido el año que iba a acabar finalizar; se había visto removida en varios aspectos de su vida y ahora quería con su copa bebérselo poco a poco para cerrar una etapa, de golpe; quiso perderse en sábanas vacías de emoción, aislarse de la multitud,  sentirse parte de algo en lo que nunca creyó. 
El amor para ella se había convertido en una leyenda y no tenía lugar, y su alma se asfixiaba en una nueva realidad mientras su cuerpo se habituaba al insomnio de humo y divagaciones. Necesitaba sentir el alcohol por su piel, crear estímulos nuevos y sentirse libre.
La mesa esperaba majestuosa a los comensales. Ella firme, vestida para la ocasión, contemplaba como una autómata la fugacidad del tiempo, mientras esperaba el sonido de la apertura a esa nueva etapa tan ansiada.
Colocó una nueva copa sobre el mantel, y dispuso milimétricamente cada plato a degustar. Estaba tan ensimismada en que todo saliera perfecto, que al sonar el timbre, vociferó un rotundo "ay".
Antes de abrir se miró en el espejo, cogió aire como si se le fuera la vida en ello, miró al techo y abrió. 
Él portaba una rosa rojísima de tallo largo, y una botella de cava, se abrazaron, se besaron, y con un tímido "ponlo a enfriar por favor", se sentó en la mesa.
Comieron con una de sus manos enlazadas entablando una conversación discreta, torpe, entre el deseo y la ilusión, las palabras daban paso a las miradas, a las sonrisas que crecían por momentos.
Después de mirarse a los ojos, ignoraron sus doce uvas y decidieron comerse el uno al otro... 
El año comenzó bien: los pasos ansiosos para recorrer caminos, los brazos abiertos para abrazar su nuevo destino, risas en forma y silencios cautivos, palabras dispuestas para comunicarlas, ojos traviesos para abordar lo desconocido, los miedos guardados en el cajón del olvido, coraje dispuesto para emprender un nuevo rumbo, despiertos los sentidos, en alza los deseos y dormida la soledad que yacía junto a la botella de cava tendida en el mantel. El suave tintineo de los ángeles le provocó una agradable sonrisa. 
No tenía prisa. Paró el tiempo con sus sentidos. Quería vivir.




Comentarios

  1. Porque nunca hay que tener prisa en cuestiones de tu propia vida....

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