INDEFENSA frente al acecho de la LoCuRa

Sentada frente a la ventana que me conecta al mundo, pude sentir que un aire frío hizo temblar mi cuerpo, provocando un escalofrío que me cubría como una segunda piel; intenté cerrar la hoja de la ventana, y contemplé una escena imaginaria, mientras me diluía en el exterior del paisaje. Ya no sentía frío, ahora, tristeza.
Mi cabeza iba a mil revoluciones por minuto arrasando todo a su paso, era como un tsunami de la razón, pero ya no podía pensar más.
Estaba agotada de llevar mis pensamientos al límite, de intuir un por qué, sin saber un qué; un saber que me atormentaba sin comprender ese por qué.
Desde que era niña me he entregado como un papel escrito, que volado en pedazos, por todas las palabras unidas desde mi cabeza, pasando por mi corazón y prolongadas por brazos y manos a un inmenso papel blanco; Prueba de mi esencia.

Silencié mi vida por tratar de acercarme a ti tal y como fui, una hermosa verdad, y ahora me encuentro como si me hubieran desmembrado todos vosotros a una; sintiendo la culpabilidad hasta el punto de escribir el triste y mal temido final del adiós. 
Nos prometimos darnos todo, desde las miradas cómplices hasta las más bellas palabras, pero no se llevó a cabo por una simple locura que desparramó en mi misma. No tuviste que darme el amanecer de tus ojos, desde ese instante, supe que caería enjaulada en mi propio hueco y dolor. 
Dejé volar cada momento con el impulso de mis ojos llorosos hasta doler por no sentir el agua clara de tu boca. 
No diste muestra de acercarme a una verdad sin ser  parte de todos, mientras asumí una madrugada egoísta, plena de oscuridades y viejos sueños que ya no se cumplirán...
Ahora estoy indefensa frente al acecho de la locura, que salvará fundamentalmente la rigidez de mis costumbres; de la locura con la que llevo pactando desde que tengo uso de razón para no caer en un abismo de rotos recuerdos, de besos quemados dentro, de palabras que devoran mi ser y así poder dejar transitar las malas horas que me habéis hecho sufrir.
La noche no brotó con una luna, sino con un olvido enrarecido sin poner en mis ojos, tus manos, y mi pensamiento en tu corazón. Todo teñido de un azul negrísimo, tan negro como la consideración que me tienes. 
Ya es tarde. No quiero alterar mi memoria con las huellas que borraré poco a poco por ese viento que heló mis sueños de ti.
El acecho de la locura transita en los demás, a ellos debo verlos como un peso que tengo que liberar, porque yo no estoy aquí por casualidad; no es casual todo lo que ha pasado. Ahora quiero avanzar, que es lo que me pide el alma y sé que es lo que me devolverá la calma.
La noche trae un día como cualquier otro, un día que no perderé, porque no habría forma de recuperarlo. Este día traerá consigo, todos los colores del amanecer y pintaré mi tiempo en uno vivo, en un ahora.
Salté al exterior, mi espera dejó de desesperarse, transformándose en apatía y el adiós, en un ligero temor. 
Aprendí que nadie tiene experiencia sin actos y nadie puede vivir sin moverse. No me arrepiento de mi entrega y de todo se aprende, sin perder parte de mi.
Dejaré que me envuelva la incertidumbre de vuestras palabras, para así poder encontrar la fe, sin una locura que trastorne mi camino. 
Contemplé la escena absurda y me dije: "La tristeza y la soledad van hermanadas conmigo. La locura es el olvido".  

Reflexiones frente a un día lluvioso, una llamada telefónica y un café cargado.
Gracias, M. te quiero.



Comentarios

  1. Porque hay palabras que bien podrían haber salido de mi puño, gracias por escribirlas.

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