El ondulante y sostenido serpenteo del fuelle del acordeón


Se despidió sin sentir el cariño que le profesaba ante tanto dolor teñido de negro, en las fuerzas contenidas del afecto del que fue su marido. Había fallecido.
Rota, sin fuerzas, caminaba recogiendo sus lágrimas dormidas en su piel. La diferencia entre él y ella, es que ella sigue con vida; conglomerado de desdichas y lamentos, hubiera reventado el funeral gritando:
- "¡¡¡¡Se acabó el delirio, fuera!!!!!!".- se imaginaba revolcada entre horas muertas y manchas negras.
La muerte de negro y el silencio ondulante hizo obsesionarse con la emoción perfecta de un recuerdo, de un tiempo, de un octubre de tormenta...
Podía verle entre una marea negra, lejos de su corazón y más cerca de su cabeza. Dijo no y perdió el control.
Despertó de un letargo provocado por una diminuta pastilla de color rosa... "un capricho del afecto", se dijo a si misma.
Llegó a casa, hecha añicos de la misma conclusión: Ahora estoy sola.
Sin alma, perdida sin saber quién es, envuelta en oscuros pensamientos y augurios pesimistas. Sus ojos descendían a la pena del desconsuelo y hundida, decidió prepararse un baño, como si el agua le purificara el olvido del día en el que vive.
Su propio reflejo venció una mueca disipada en sonrisa por sorpresa.
"Siempre estás conmigo".- musitó, mordiéndose el labio inferior.
Se desnudó tímidamente frente al espejo, su compañero fiel; su mirada reflejaba distancia, miedo y localizó su cuerpo en una senda de sentimientos fatales.
Volvió a llorar, sola, sin temor a ver sus lágrimas frente al espejo. Se metió en la bañera, y lentamente como cuando sube la marea, disolvió los recuerdos entre sales de azahar y jazmín; se sumergió entera alcanzando un silencio libre.
Como un náufrago imaginó que el azul profundo de su agua tumbaba su ser hacia la deriva de su libertad, sin respiración, encontró la felicidad.
Los flashes del día, como disparos, le volvieron a la realidad.
Se envolvió en su albornoz y volvió al espejo: en un trabajo de investigación comenzó a explorar de nuevo su reflejo, desanudando su angustia recogida en el cinturón de toalla, como una autómata descubrió los pliegues ondulantes que serpentean como fuelle del acordeón de una melodía serena y dulce.
Cerró los ojos y sonrió, murmurando: "Ya está. Es todo."


Comentarios

  1. Me hace pensar en los años que pasas con una persona al lado, surgiéndome la duda de si al final estamos por amor o por la imperiosa necesidad humana de estar acompañados......

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