Tanto, tan fuerte...

De sonrisa fácil que te envuelve la alegría en un sin fin de caricias y luchas...

De miradas profundas, de pedir un perdón y de dar las gracias...

Así la conocí, cercana y madura, y yo difuminado en su exterior, perfumado a hierba recién cortada... Nunca estaba sola, y la observaba, como un habitante de Marte...

Inesperadamente afianzamos generosos de vida, de inquietudes o de sentimientos encontrados, siempre juntos, a veces revueltos, pero siempre conectados entre pecados, confesiones, y momentos pasionales, pero siempre en una esencia pura: devoción...

Siéntete viva, que por solo verte reír merece la pena posarse entre tus pestañas, y enredarse en tu cabello para ver la vida pasar, lentamente, y recordar todo aquello que nos ha hecho crecer, aunque a veces tengamos cara de sueño y de pocos inviernos.

Eres de tierra, y de tanto quererte pienso en quedarme con un pedazo de tu aire que respiras...

De tu deseo, alcanzo la luna...

De tus miedos, yo me encargo...

Feliz, atenta, te muestras sin cargo de cuenta sin mirar atrás, aunque te cueste llevarlo a cuestas...

Anda, despacio, que vaya pasando, y ten por seguro que yo y todo mi ser (que no es poco) estará para abrigarte en las noches gélidas, y los días sin luz, Inesperadamente daré claridad a cada rincón de tu corazón para oírlo en eco en la lejanía...

Vuelvo a encontrarte con las ganas, otra vez, de volver a sentirme, sin huir, y dejar que los malos presagios disipen en tu fe más absoluta...

Te quiero y te espero en la sombra del arbusto de las palabras, descansando en la memoria acuática de nuestra vida.

Con ganas de avanzar...

Siempre, siempre... sin la muesca de un ruido...

Te quiero, mi DI... tanto, Tan fuerte...

Ya sabes que bailamos al mismo son...