La reina del hielo...

Se despertó entre nubes cerradas y le quedaba el mismo camino por recorrer que hace dos años; el témpano era su destino, cercado por una madrugada de azul petróleo, casi negro, desterrada de calor cercano a un sentimiento, y de costumbre: una vida.
Se sentía fuerte, y la pequeña voz que le susurraba su inconsciente helado, alimentaba el recorrido hecho por la enmarañada brújula de un deseo, sólo un deseo...
Le acechaba en cada esquina del frío, un hallado cómplice, para acurrucarla entre caricias empapadas de unas álgidas ganas de sentirlo, un amor labrado a fuego, de bermellones delirios... La reina sumida en disyuntivas, desprendían gotas gélidas de su mirar inocuo, moría entre opciones y despedidas, su corazón de hielo calaba sus entrañas: su sonrisa se arrugaba como una flor marchita, sin humores, ni rubores...
Del día desprendía vuelos entre tierra y corazón...
Del futuro crecían esperanzas de color del frío...
De la razón borraba la herida tan azul...
La reina quería, pero lo único que alcanzaba era ver marchar, en el invierno cerrado, el arrullo de hojas secas...
"¡No puedo olvidar!", gritó entre tantos glaciales, sus tierras frías: se entierran los sentimientos puros, muertos, muertos son y allí no se les puede escuchar.
Reina, no abras tanto los ojos, como incrédula, sufre para sonreír mañana, purifica tu hallazgo y mejor caminarás.
En esos tramos, está tu cómplice, el resto son sólo tuyos...
Y bombea tu corazón con la sabia razón...
La reina convirtió su corte en trazos frescos de colores, y su atuendo aspiró al calor cercano de un abrazo...
Para Diana, razón de más, para creer siempre en ti...

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