El síndrome de Diógenes...


- ¡Carlota!.- me giré y observé que el médico me hacía un ademán para que fuera a su encuentro, quería decirme algo.
Mi mirada acusó la pena que tenía desde que Soledad estaba mano sobre mano.
-Algunos ancianos se sienten derrotados y renuncian a vivir con dignidad; con el tiempo se vuelven desconfiados y adoptan una actitud negligente, entre la soledad y la misantropía.- mascullaba las palabras pedantemente, casi sin inmutarse.
Asentí, y quise decir algo pero las palabras quedaron anudadas entre mis cuerdas vocales.
Al salir del hospital entendí lo que Soledad, o Sole para los vecinos del barrio, manifestaba: simplemente acumulaba en su casa frascos vacíos en cuyo exterior les colocaba una etiqueta blanca y con su pulso tembloroso se adivinaba leer nombres propios de personas: Carmela, Vicentín, Julita, Dolores... y así hasta cientos de recipientes de diferentes tamaños hacinados en una habitación contigua a su alcoba.
Soledad y yo vivimos puerta con puerta, yo en el C y ella en el B, desde que me mudé hace siete años, ella ha sido como una madre para mi, y al poco tiempo, desencadenó su costumbre:
- Carlotita, cariño, los botes de cristal que no uses, dámelos, porque me gusta envasar las compotas, los sofritos y las mermeladas... y ya que no está mi Antonio, pues, para mi sola me sobra mucho y las regalo...
- No te preocupes, Sole... a mi me encanta tus conservas....- reímos las dos.
Empezó a preocuparme cuando una mañana, al salir del portal, la vi hablando con la frutera y me llamó la atención su arreglo y verborrea.
Vestía un traje rojo a juego con los zapatos y el bolso, hablaba en voz alta, rápida como si las palabras se atropellaran unas a las otras, sin vocalizar.
Observé a la frutera que me llamó para disuadirse de la conversación boba que ambas tenían.
- Nena, nenita... ¿te guardo hierbabuena?.- gritó la frutera.
- eh, eh... vale, Amparo, dos manojos, luego te las pago... .- le dije mentirosa.- ¡Sole! ¡Qué guapa que estás!
Se abalanzó sobre mi y efusivamente me colmó de besos y abrazos como si no me hubiera visto en cien años...
- ¡Mi Carlotita querida!... .- besándome en las mejillas y sólo el contacto de sus labios con mis carrillos, despertaba sonidos graciosos de los que ambas, reíamos.
- Ay, hija mía... estoy con las piernas... y no creas que voy cargada de tomates, que no, lo que he comprado son garbanzos y bacalao... .- me mostraba la bolsa con su compra.- para hacer un buen potaje... porque lo mismo Luisito y Adelita se pasan a verme.
Luis y Adela son su hijo y su nuera y viven en Toronto, porque la multinacional en la que trabajan, les ofreció un puesto de superior.
Soledad vive sola con un gato longevo, Tristán...
- Uy, cuando me huela el pillastre de Tristán con el bacalao... Carlota, qué delgada estás,... .- en ese instante saco un frasco vacío del bolso y me dijo:
- Tesoro, dame un beso, por favor.
- Ven aquí mi reina....- extendí mis brazos y la acogí en mi seno, besándola fuerte...
Destapó el frasco y recogió los besos que le propiné en sus mejillas, cabeza... ante mi estupor, quise preguntar, pero ella misma me respondió:
- ¡Cazado!.- se echo a reír.
Supe entonces, después de la salida del médico, y antes de encontrarme con Sole que esperaba sentada, mano sobre mano, en el parque de al lado, lo que a Soledad le ocurría... Almacenaba como una autómata, los besos, caricias, abrazos que sus conocidos o desconocidos le daban...
Al llegar a su encuentro, se puso de pie, me agarró del brazo y me dijo:
- Sólo quiero ir de tu brazo a solas, ¿llevas algo por si luego refresca?
Contesté con una gran sonrisa... y un beso sobre su blanco pelo.


Comentarios

  1. Realidad, muchas veces un triste tesoro. Me ha encantado.

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  2. Gracias por tu generosidad. Maravilloso relato. Y gracias siempre por tus bellas palabras. Escribiendo así, me haces feliz. Ya sabes, besos grandes de una que todavía lo es...

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  3. Que bonito y entrañable me ha sabido tu relato, me entristece la situación pero lo has descrito de una forma muy bella, con cariño...me ha gustado lo de los tarros de cristal con los besos...

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