Poliadicta

Yo soy una mujer moderna, una Working girl, no una rica heredera como otras. Yo me dedico a cultivar mis virtudes y defectos. Mi mayor defecto: que soy poliadicta, polinésica y polifacética... me hago adicta de todo vicio, que incluso llega a ser obsesión. Soy resultona sin ser chabacana; me dicen que soy atractiva no por mi cara, sino por mis tetas, que me las puse nuevas con la herencia de mi abuela materna, Auspicio.

Me hubiera encantado ser perfecta, la verdad, un 90-60-90, pero tengo un 95-105-115, todo culo, y eso que mi adicción viene dada por las cremas, potingues... Donde esté un buen colágeno que se quite un reductor, porque qué quieres que te diga, la arruga me obsesiona más que la maldita grasa.

Desde que tengo uso de razón, hago dieta, nací entre hojas de lechuga y achicoria, me sé todas las dietas habidas y por haber: la del sugus, la asociativa, la regenerativa, la de la alcachofa, todas, to-das. Pero ninguna es efectiva, nin-gu-na, lo mejor sería coserme la boca a doble puntada, y dejarme secar como un pimiento choricero.

Perfecta sería tener un coeficiente intelectual de 300, porque soy rubia teñida con pocas luces, pero rebosante de amor propio, por mi buena cabeza, soy adicta a la cafeína, me mantiene despierta en las conversaciones de mis amigas intensas... Al menos tengo el graduado no como otras, que no saben leer ni escribir y van de cultas y naturales...

Perfecta sería tener unas rentas familiares, entre herencias y magreos, tocamientos varios, ya lo decía Madonna, "en la vida hay que ser una puta para conseguir lo que quieres", porque qué quieren que les diga, el dinerito supera la crisis con una amplia sonrisa de mujer triunfadora, por eso, tengo una buena lengua para mamarla y criticar... No me enamoro nunca, porque no doy pie al flechazo, cama, polvo y ducha, uso a los hombres como cleenex, ya era hora que se diera la vuelta a la tortilla...

Soy divina, etérea, volátil, ajena a la conciencia generalizada del estiércol y la tristeza, porque paso del drama, mis pastillas lo cercioran, soy adicta a la sonrisa producida por la química, tomo una pildorita roja cuando veo que mi estado de ánimo cruza el umbral de lo trágico y otra para dormir como un hurón a hocico lleno.

No hablo idiomas, pero si los entiendo, de ahí que sea polinésica, en la cama los entiendo todos, y los practico la mar de bien.

Quizás mi vida sería más fácil... ¿o no?... Sería distinta y, pero soy muy auténtica, ¡qué pena!...

Por eso, para intentar rellenar algunos poros afectivos, estirar esas patas de gallo galopantes o esta piel de anaranjados paraísos, a falta de hombres ricos que me jubilen, siliconas, o presupuestos suficientes para internar en clínicas especializadas en bellezas efímeras, yo me vuelvo poliadicta ya que una voluntad anárquica como la mía, que hace lo que le salga de la seta limonera.

De hecho me convierto en el icono de una revolución mínima y diaria que me convierta en la Belén Esteban del siglo XXI, culta y adicta a todo, menos a las marcas blancas.

Paso de amas de casa, del delantal y de las lentejas con chorizo, por supuesto, me la suda las bombillas de bajo consumo y que el Carrefour no dé bolsas, soy adicta a rebañar con el dedo los bordes de las conservas, y a escribir nombres de los hombres que juegan a los dados con mi perla.

Igual un día de estos tengo que ir a que me vean mi problema, mi politraumatismo; al estomatólogo que cura con manzanas agrias y agua destilada o al cura de una religión castradora, que no sea viejuno, sino un cura alto y guapo, que me haga un exorcismo para extirparme de raíz esta felicidad que me habita y me devora.

Porque señoras yo soy feliz, y estoy segura que cuando me muera me reencarnaré en dos papayas dulces y sabrosas.