femenino singular II: Jimena, la tejedora de sueños

De goces y de aventura planificó, Jimena vestirse, tomando los colores grisáceos y los rojos del atardecer... Conserva la hermosura de su madre y la mirada del azul índigo de su padre. Su rumbo el sorbo de una nube que asoma entre sus sueños cautivos.
Jimena es la mayor de tres hermanos, imaginativa y rebelde, preocupada por las acciones más nimias, inquieta, y se entretenía en tejer todo tipo de hilos, lanas, y telas para después jugar con sus hermanos en el país lejano de los deseos, donde Jimena era la soberana.
Cada noche se colgaba de un sueño y lo encerraba en su cajita plateada que guardaba en la retina de sus profundos ojos en calma.
- Pendo del brillo de los sauces proyectados en la luz del sol, veo el abismo que se abre ante mí y suspendo por un instante todos mis desvaríos.- su voz tenue, agotada de una noche oscura, hizo preocupar a su madre.
- Cariño, te quedas muy tarde tejiendo, la bufanda que le regalaste a tu padre, la urdiste en una sola noche. Y tienes que descansar.
- Ya madre, pero me encanta, soy feliz... además duermo mucho mejor...
Todas las noches, después de tomar su último bocado, subía a su buhardilla para suspenderse en el vacío del momento de su tejemaneje... Esa noche tejía un echarpe para su abuela, que iba a visitarles la semana próxima, y pensó: "Será una noche más en la que sueñe con el brillo de esos ojos, con esas palabras que hacen erigir mi piel, mi sueño recurrente en el que soy feliz, iluminando mi madrugada..."
Se quedó dormida, con el hilo violeta entre sus dedos y con el pedal de la máquina en movimiento donde descansaban sus pies descalzos.
Sus emociones se mezclaron con el sentir del dulce y placentero sueño, sus ojos cerrados como fotos fijas, y en su trémulo espacio crecía la noche como estampas, colores, luces de luciérnagas, volando en el espacio irreal de su alma insomne.
- Jimena, no temas... .- apareció entre luces y sombras un hada etérea, semidesnuda, con una toga larga y los senos al aire que cubrían sus dorados cabellos.
- Veo el brillo de esos ojos que me llaman en la noche.- susurró Jimena, incorporándose de un lecho de cojines satín.
- He visitado tu sueño para encargarte un trabajo digno de una reina. Nuestra emperatriz, desea que seas la creadora de un tapiz para decorar el salón del trono donde reside.- le dijo el hada adquiriendo diferentes posiciones entorno a Jimena.
- Oh, pero si yo no tengo mucha experiencia, además no sé que voy a tejer merecedor de una emperatriz.- su vocecita tenue, conmovió al hada.
- No te preocupes, nuestra señora quiere que representes tus sueños. Tus sueños son ricos en paisajes, exuberantes bosques y lagos donde mana un agua cristalina como tus ojos... Sabemos que guardas cada panorama en tu retina, por eso queremos que plasmes todo en un tapiz.
Al despertar vio encima de su tejedora, diminutas huellas, por lo que supuso que no fue un sueño... Decidió ponerse manos a la obra, y en las mañanas tejía y en las noches soñaba con preciosas puestas de sol, amaneceres de su mundo. Convertida en una sirena marina, buceaba por las profundidades del piélago, entre castillos de coral y perlas, bajo la tierra descubriendo rosetas de piedras preciosas. Todo lo recogía en su cajita plateada, para reflejarlo todo aquello en su enorme tapiz, lleno de color y de magia.
Cuando hubo concluido su obra, en su último sueño se le apareció la emperatriz agradeciéndole el gesto y ofreciéndole un regalo; la nombraron tejedora de sueños, y desde entonces permanece despierta en los sueños, y así poder teñirlos en diferentes telas de colores, y con sus hábiles manos tejer nuestras fantasías en hilos de oro y nácar y provocarnos los más placenteros descansos y poder soñar con el mundo mágico que aguarda al otro lado del sueño.








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