Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.


- Yo solo soy una puta.- me encontraba tendida entre las piernas del que acaban de matar por un tiro en la nuca, entre sangre, sudor y semen intento por un instante ver mi vida en fogonazos blancos que alteran todo mi cuerpo, invadiéndome una ansiedad añil cerca de mi sien...
Yo, mujer de cuarenta años, sin pretensiones en esta vida y con solo un sueño: "los pobres son príncipes que tienen que reconquistar su reino...", sola en el mundo, sola en mi vida, y nadie que venga a buscarme al trabajo.
¡Qué bonito sería que alguien viniera a buscarme a la salida de mi trabajo!; claro, que quién iba a venir, a no ser que fuera mi proxeneta y cuando no está puesto hasta las cejas, entonces soy yo quien va a buscarle... Sí, es triste mi vida, cansada estoy desde que puse a la venta cuerpo y corazón... ahogando mis penas en el no-amor, en suero de erecciones impropias que impulsan al no quererme nada.
Maldigo mi vida, maldigo mi venta, mi espíritu que es lo único que me queda libre, maldigo por no quererme, maldigo por hacer cosas que no debo... Mi sombra ocupa muchos clasificados en los periódicos, por un anuncio estándar donde mis ojeras son nido en el que mis sentimientos, náufragos, esperan turno para columpiarse como si de un tiovivo se tratase.
Quiero permanecer quieta, las manos en alto, estoy sucia... soy una mujer desnuda sin poder vivir en ningún cuerpo simple, sin vida, sin alma.
Lo único vestido que me queda es el alma que en la madrugada me trae un calor insospechado, reconfortable, vivo.
Por eso no tengo nada, nada contra la vida... la maldigo, porque ya no puedo salvarme de mi misma, porque sin elegancia, la vida no es más que una muerte disfrazada de ruido... Un ruido ensordecedor que tambalea todo mi interior...
- Señor, yo solo soy una puta.- me tapé la cara para no ver que me apuntaba con una pistola.

Un disparo seco atravesó el corazón. Nada, solo silencio.

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