Un día de escuela



Peinate bien, Íñigo... no vayas hecho un ecce homo a la escuela, que no quiero que don Mariano deslengüe su afilada crítica y la vomite por el pueblo.- mi madre preocupada siempre por el qué dirán, todos los santos días la misma retahíla.
Sabía en cada momento todo lo que iba a suceder desde que mi despertador, la bocina del lechero, sonaba. Al levantarme, rememoraba cada escena en mi cerebro; mi aseo a lo gatuno: legañas fuera con unas gotas de agua sobre mis ojos, frotar fuerte sobre mis dientes relucientes, como perlas de los mares, repeinado como si me hubiese lamido una vaca, el uniforme impoluto.- ya se había encargado mi madre de plancharlo con almidón, que me costaba dios y ayuda poder ponerme la corbata marrón, un marrón feo de esos marrones que te recuerdan a cosas desechas.- Siempre me socorría con el botón del pantalón, espetando: Cariño, mete tripa, mete tripa... deja de llenar la andorga que no terminarás el curso sin que te valga el pantalón, y ahora, Íñigo no puedo, sabes que viene en camino tu hermana Jimena.
¿De dónde viene mamá?.- pregunté inocente...
mi madre balbuceante y nerviosa me suelta un beso al aire y dice: eh... eh... de París, cariñín.
Mi desayuno era siempre el mismo, y siempre teníamos unas palabras de queja ante ese pan duro, manteca colorá que mi abuelo sin dientes succionaba sin parar, como un bebé absorto en su chupete, y un vaso de leche recién ordeñada por mi padre, que se mantenía caliente ya sea invierno, verano, haga calor o frío...
Después pasaba la revisión de mi madre, en el quicio de la puerta, a lo aduana, para ver si todo estaba correcto, entonces me dejaba escapar cual gacela al colegio.
Al llegar a la escuela, don Mariano, un tipo ágil, cabeza grande, de pelo moreno, enmarcando con cejas foscas y un gran bigote su cara recia de hombre tosco y culto. Vestido siempre con un traje de raya diplomática oscuro y una corbata negra sobre camisa blanquísima.
- Peláez, ¡siéntese!, llega tarde y con las rodillas echadas abajo. ¿qué le ha pasado, Peláez?.- gritó desde su tarima.
- Me caí, don Mariano, al cruzar la acequia de la iglesia y he perdido mi carné del club de balompié.- musité.
- Dígale a su señora madre que venga esta tarde a hablar conmigo, y usted hoy se queda sin recreo, copiando ...
- Pero... eh.. eh.. .- Interrumpí acaloradamente la frase.
- Pero nada.. copiando 100 veces ´no llegaré tarde a clase`.- señalando con su dedo índice y todo su cuerpo pendiente sobre su mesa.
- Abrid el libro de Naturaleza por la página 68. ¡Lee Peláez!
Refunfuñando y maldiciendo a todo ser de risa fácil, comencé a leer:
"La hormiga es un pequeño insecto himenóptero de los trópicos y zonas templadas que corresponde a unas 3500 especies de la familia formícidos. Todas las hormigas conocidas son sociables; viven en colonias, que pueden estar compuestas por unos pocos individuos, como en la tribu ponerinos, o por muchísimos de ellos, hasta 100 000 o más, como es el caso de la hormiga roja (Formica rufa). Son reconocibles por su "cintura", formada por un estrecho segmento, o segmentos, entre el tórax y el abdomen.
Las hembras y los machos son alados cuando abandonan el nido, pero posteriormente pierden las alas.
Son insectos claramente polimórficos, con diferencias entre obreras, machos y hembras. Los machos de todas las especies, bastantes parecidos, tienen alas, ojos bien desarrollados y largas antenas.
Con muy pocas excepciones, todas las especies tienen una casta de obreras, claramente reconocible, e integrada por hembras estériles cuya función es obtener alimento, construir el nido y cuidar de las crías. Son ápteras y suelen tener los ojos pequeños. En muchas especies no ponen huevos, pero, en algunas, los que ponen se utilizan para alimentar a las larvas. Tales huevos, al no estar fecundados, sólo podrían dar origen a machos.
- Para, para... explico.- cogió la tiza y empezó a hacer un esquema en el encerado, ruidos de hojas, lapiceros...
- Veréis... muchachos.. El tamaño de las obreras varía de unas a otras; normalmente, las que proceden de los primeros huevos puestos por una reina al establecer un nuevo nido son más pequeñas que las que forman el grueso de la población. Sin embargo, en una colonia pueden encontrarse en todo momento hormigas de cualquier tamaño: las hormigas más pequeñas parecen pasar la mayor parte del tiempo dentro del hormiguero, mientras que las más grandes lo protegen y abastecen. No obstante, pueden haber dos clases de obreras, muy bien definidas. En ese caso, las de mayor tamaño, llamadas soldados, tienen la cabeza muy grande y quitinizada, y las mandíbulas fuertes.
"Así soy yo, un soldado, que cuida de su nido".- pensé mientras dibujaba en mi hoja una hormiga soldado.
- ... ¿me seguís?
- Sííííííííííííí, don Mariaaanoo.- gritaron todos al unísono.
- Bien, Sigo... Como su nombre indica, una de sus funciones es luchar para defender el nido, pero además, suelen ayudar a las obreras pequeñas cuando éstas encuentra un gran trozo de comida que haya que dividir para poder transportarlo al nido. Como la abeja, la hormiga reina es solitaria y no va acompañada del macho cuando establece un nido. Suele ser más grande que los machos y las obreras, y posee una boca totalmente funcional. Tras la fecundación, que generalmente tiene lugar en el aire, la reina se posa y se arranca las alas con las mandíbulas, o bien frotándolas contra un objeto sólido. Luego comienza a excavar una pequeña cámara y permanece en ella hasta el año siguiente. Muy pronto pone unos pocos huevos, que luego se transformarán en obreras. Cuida de ellos y, cuando nacen las larvas, las alimenta con secreciones salivares.

Todos escuchábamos atentos la explicación de don Mariano y sabía mantenernos en vilo, con inquietud en la materia hasta el día siguiente.

Al tocar la sirena, todos parecíamos inmóviles, poseídos por la voz del maestro, atentos, sumidos en su explicación...
- A ver, chicos... mañana haremos un experimento, coged con cuidado varias hormigas y meterlas en un terrado, lo taparemos con tela de malla y observaremos como construyen su hormiguero... ¿de acuerdo?

Ya teníamos tarea para mañana, un desasosiego, una inquietud que nos persistía impacientes, rondando la cabeza.
(Homenaje a nuestros maestros de antaño, de hoy y de siempre)

Comentarios

  1. Recuerdo eso días en los que deseaba ir a la escuela, he tenido muy buenos profesores, se notaba que le gustaba lo que hacían, que disfrutaban.
    Ains, que tiempos aquellos!

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  2. Me ha quedado para siempre la imagen de mi antigua maestra Matilde:pelo totalmente blanco, lo que hacía que pareciese más más mayor aún. Me queda su imagen dulce y su manera dulce tambien de enseñar. Y mi maestra de literatura,Eloísa,que me parecía una reina y a la que admiro aún hoy.Carmen Chábarri,sor Anunciación, y Juan Carlos,al que me pasaba las horas muertas mirándole las manos tan grandes y tan bellas para mí:con él se despertó en mí el deseo.

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