Tertulia con Jaime Gil de Biedma...



En el café teatro cerca de la ciudad, me encontré con un tipo que bebía vodka y leía a Descartes. Yo sentado en una minúscula mesa con un pañito de tafetán y una lámpara de aceite, sorteaba las letras de mis poemas seleccionados...
¿Fue posible que yo no te supiera
cerca de mí, perdido en las miradas?
Los ojos me dolían de esperar.
Pasaste.
Si apareciendo entonces
me hubieras revelado
el país verdadero en que habitabas!
Pero pasaste
como un Dios destruido.
Sola, después, de lo negro surgía
tu mirada.

Qué verdades me ofrece mi amigo, suspiré al aire, y el tipo del sombrero y del vodka se sentó a la mesa... "¿conversamos amigo?" me dijo dándome una palmada en la espalda, cosa que a mi me molestaba enormemente.
"No me gusta que me den palmaditas en la espalda, Señor, me recuerda a que me ofrece su razón frente a mi ignorancia..."
"traquilo, amigo, no estés a la defensiva que no es para tanto, simplemente trato de platicar contigo."

Aunque la noche, conmigo,

no la duermas ya,

sólo el azar nos dirá

si es definitivo.


Que aunque el gusto nunca más

vuelve a ser el mismo,

en la vida los olvidos

no suelen durar.

Qué recital, querido Jaime, qué gran verdad es alcanzar la flor del olvido, sin dejarla crecer, sin dejarla podar... El señor sonríe y advierte de la temeridad de olvidar de los recuerdos que nos ayudan a sobrevivir, olvidar sin mirar atrás, y ver pasar la vida sólo una vez, porque es peligroso volver al lugar donde fuiste feliz.

La noche es loca, ambigua, de color ginebra borracha de tus ojos, envuelta en lágrimas y desdichas... Oculta tu desgracia, amigo, en el candor de la cama, cerca de tu corazón, allí te sanas como ave herida, como cielo abierto, esperando un resurgir brillante del sol amanecido.

"Esas palabras que me dices, me dejan estupefacto, me siento así, Señor, amparado en la noche insomne."

Escucha, amigo:

Mi recuerdo eran imágenes,
en el instante, de ti:
esa expresión y un matiz
de los ojos, algo suave

en la inflexión de la voz,
y tus bostezos furtivos
de lebrel que ha maldormido
la noche en mi habitación.

Volver, pasados los años,
hacia la felicidad
-para verse y recordar
que yo también he cambiado.

"Volver es volver a sentir, a despertar el amor dormido, a despejar tu corazón hundido y vivir pleno de pensamiento puro... " le dije a mi acompañante, mientras aspiraba aire cargado del café teatro... "¿quién es usted?, le pregunté insistentemente.

"Amigo, soy poeta, soy autor, de esos versos, soy tu amigo fiel, Jaime Gil de Biedma"


La misma calidad que el sol de tu país,

saliendo entre las nubes:
alegre y delicado matiz en unas hojas,
fulgor de un cristal, modulación
del apagado brillo de la lluvia.

La misma calidad que tu ciudad,
tu ciudad de cristal innumerable
idéntica y distinta, cambiada por el tiempo:
calles que desconozco y plaza antigua
de pájaros poblada,
la plaza en que una noche nos besamos.

La misma calidad que tu expresión,
al cabo de los años,
esta noche al mirarme:
la misma calidad que tu expresión
y la expresión herida de tus labios.

Amor que tiene calidad de vida,
amor sin exigencias de futuro,
presente del pasado,
amor más poderoso que la vida:
perdido y encontrado.
Encontrado, perdido...


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