Potaje de cuaresma...

Mi madre me contaba que ella tenía fe de tejas para arriba, y que de tejas para abajo no creía ni en su sombra... eso se me quedó grabadito en el disco duro; recuerdo, que siempre lo soltaba cuando llegaba estas fiestas, y nos colocábamos como soldados en el frente, pero en este caso, mis hermanas y yo éramos pinches de una gran cocinera...
"Miguël (parece que la oigo pronunciar con fuerza la e) estáte atento que luego no cogerás el punto a los garbanzos... " yo como un autómata seguía sus indicaciones a pies juntillas.. garbanzos en remojo el día anterior, un paquete entero para seis personas, la sal gorda, ayuda a su hidratación...
"¿Ves?-me decía- mira que hermosos se quedan.. le das un agüita y los echas a la olla cuando el bacalao empiece a hervir..."
El bacalao desalado, cambiando el agua cada cinco o seis horas, dependiendo del grosor, "Eso sí, angelito, bacalao del norte, nada de esos extranjeros.." yo asentía como si verdades como puños entraran en mi alma... yo, lleno de preguntas, me calmaba ella todas mis inquietudes y dudas acerca de la receta.
"Una vez, echado los garbanzos, aliñas bien el potaje, es importante, que no le añadas sal, por el bacalao, si no no hay Dios que se lo coma..."
me entró la risa, "Claro por lo salado, ¿no? " ella me miraba dulce y serena, al ver que yo estaba pendiente de todo.
Lo que me gustaba de todo ello, era nuestras conversaciones entorno a las recetas de cocina, sus consejos llenos de vida, lo bueno y lo malo, todo esto me hacía más maduro.
"le agregas, laurel, ajo, una cabeza grande cortada a lo rústico, media cebolla, pimentón dulce, un chorro generoso de aceite de oliva..."
yo apuntaba todo en mi cabeza, como si fuese mi libreta del cole y mi letra, a la que la señorita Angelines, la llamaba elefantes en un ascensor, por lo gorda y equidistante de las letras unas con otras.
"¿Y cuándo hacemos torrijas, Mami?- le suelto ansioso.- "Después de domingo de ramos... baja a comprar pan, canela en rama y limones; así empezamos a dejar que el pan se ponga duro y chupe más la leche..."
Todas las Semanas Santas hacíamos comida especial, no entiendo por qué no se comía carne... "lo entenderás cuando seas mayor" me susurraba mientras acariciaba mi pelo de punta..
Hoy sigo sin entender esta fe que mueve tanto terror... qué razón tenías Madre...
Te echo de menos, no sabes cuanto, Madre...

Comentarios

  1. Una vez más has conseguido emocionarme.
    Te quiero. P.

    ResponderEliminar
  2. He sentido los susurros de tu madre en mi oido, las caricias de sus palabras en el sabor de ese potaje .... sigue recordándola por todo lo que aprendiste de ella... así te sale a tí todo... porque le pones el mismo amor que ella te infundió..

    ResponderEliminar
  3. Yo me acuerdo de las torrijas y las rosquillas que hacíamos con ella y de quererlas comer calientes...y ella en su paciencia nos ponía esa excusa tan suya: "calientes no se pueden comer os dolerá la tripa"...ahora intento hacerlo con mi hijo...yo también la echo de menos...Besos miles, por recordarme esas cosas tan bonitas.

    ResponderEliminar
  4. Cuaresma, potaje, torrijas… vacaciones de semana santa y las Madres, la mía se fue demasiado pronto, aunque supongo que siempre resulta pronto para perder a tu madre. Mi pasión por el teatro viene de ella, era la mejor contadora de historias que he conocido, crecí rodeada de los libros que me leía por capítulos cuando me iba a dormir y las historias que se inventaba para mí, sus giras como famosa cantante de opereta (tarde en descubrir que no era un género inventado por ella), sus múltiples oficios, viajes y aventuras, siempre buceando entre realidad y ficción, sin saber donde empezaba una y terminaba la otra y en realidad sin que importara demasiado. Ella aprendió de su padre, mi abuelo, una persona tan optimista, que contaba con mucho sarcasmo como gracias a Franco estuvo ‘alojado’ en un Parador de Lujo, en el Hostal San Marcos (cruel cárcel franquista). Entre los dos me tuvieron veranos enteros buscando las vías del tren, que según ellos salían de su pueblo (un pequeño pueblo de León, donde apenas pasaba un autobús de ‘línea’) directamente a Alemania (así en general) donde el aprendió a ser herrero y a Paris donde ella aprendió a cantar. El invierno y las torrijas a mí también me llevan a su regazo protector, a esa confianza en que siempre estaría allí para mí, sin embargo, la vida siempre tiene sus propios planes

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares