Noche de Reyes

 



Queridísimos míos... 

Este año he sido algo travieso, nada que deba reseñar; alguna mentira piadosa, alguna desobediencia, alguna mala cara, o algún exabrupto fuera de lugar, vamos cosillas sin importancia, nada que no se pueda arreglar por mi carácter enfadica.

Como me conocéis bien y sabéis ya, desde hace cuarenta y cinco años que esta es la noche más maravillosa, gracias a mi madre, que supo inculcarme la ilusión desde mis primeros pasos, y sigo manteniéndola todos los seis de enero.

Un día lleno de nostalgia, de nostalgia de un hombre que un día fue niño  que recuerdo con amor y ternura los días aquellos de la inocencia, que no volverán, pero que intento remontarme a ellos con un montón de imágenes,  olores y sabores guardados en mi retina.

Todo empezaba la tarde de la víspera cuando antes de salir a ver la cabalgata en el centro de la ciudad, mi madre me preparaba como si viajásemos a la Laponia:

"Nene, el gorro, la bufanda y los guantes...,así muy bien, la boquita bien tapada." Solo se me veían mis ojitos miel resurgir entre tanta ropa, y pese a mis gruñidos, iba bien  preparado para una tormenta de emociones. 

La mano de mi madre era la prolongación de su propio reflejo; me mostraba el universo vivo de una noche llena de sorpresas y de ensueño... Nada me impedía sentirme seguro entre la multitud, agarrado tan pequeño de la férrea mano de mi madre, que desataban las lágrimas emocionadas de lo que contemplaba, sin articular palabra...

¿Recordáis Majestades?  La espera era el triunfo de un saludo vuestro, de un caramelo rudo lanzado con cariño, y un simple beso proyectado al aire... La risa de mi madre era la más bella consecuencia de mi ilusión y como recompensa terminábamos con un buen chocolate caliente y dos churritos en la calle Atocha, donde encontrábamos a nuestro paso, las carrozas aparcadas, los pajes y los camellos descansando, las miles de lucecitas apagadas y vuestros tronos vacíos, todo ello bajo el candor de los más pequeños. Aprovechado por mi madre para decirme:

"¿Ves? ya los Reyes están haciendo su trabajo... en cuanto llegues a casa, a dormir, porque si estás despierto pasarán de largo..."

En el autobús de vuelta a casa, apoyaba mi cabeza en su costado y con varias caricias en mi pelo caía rendido con una sonrisa en los labios. 

"Migué... ya hemos llegado.." salía adormilado del autobús, con ganas de llegar a casa, y meterme en la cama para que pasara la noche lo antes posible.

"Ponemos el cubo de agua en la terraza para que los camellos beban agua".- decía mi madre.

"Sí, sí.. ".- gritaba.

"Mami, las tres copitas de anis y la bandeja de turrón, por si tienen hambre los reyes".- espetaba ilusionado.

Después de abrillantar mis zapatos, colocarlos al pie del árbol y en primera posición,  por encima de todo el calzado de la familia:

"Venga a la cama, Rey... Escucha, oyes los tambores en la lejanía? vienen los Reyes".- me decía dándome besos sonoros. Yo corría por meterme en la cama, pero era inevitable, la excitación no podía hacerme conciliar el sueño.

"Mami, quiero hacer pis...".- le decía inocente.

Todos mis hermanos, mayores que yo, eran  cómplices: mi hermano mayor me cogía en volandas, y sobre él, andaba hacía el baño, al pasar por el salón, varias sombras probablemente sugestivas hacían que apretara los ojos para no ver nada.

La inquietud se hacía patente en mí a lo largo de la noche; mis sueños eran imposibles, me olvidaba del mundo, creaba secretos entre las sábanas con movimientos repetitivos.

A la mañana siguiente, era el primero en despertarme, cuando la casa se llenaba de luz y los Reyes habían desplegado su magia por el salón, yo gritaba saltando:

"Mami, han venido, ya han venido los Reyes..."

Nos fundíamos en un abrazo fuerte, que todavía lo siento, y me disponía a romper lazos, papel de miles de colores... 

En mi casa volvíais a ponerme el regalo del año anterior, y como no me acordaba, lo disfrutaba de nuevo, era feliz con poco... 

Hoy después de tanto tiempo, Sus Majestades, sigo manteniendo esa ilusión de niño... intentando que la magia de esta noche vuelva a fluir siempre... Nunca me importó que no me trajerais lo que en mi carta deseaba, simplemente envolverme en esa noche tan feliz, me bastaba.

Todo lo que tengo, es tu regalo, y esta noche estoy seguro que mi madre se alegrará de que vuelva a ilusionarme como auténtico niño inocente que fui.  

Recordar cada momento hace sentirme feliz, sobre todo guardar el secreto entre miles de personas, haciendo que por un momento pensemos que otro mundo es posible.

Vuelvo a limpiar mis zapatos, vuelvo a poner caramelos, vuelvo a poner regalos junto al árbol, vuelvo a sentir todo lo que me enseñaste, vuelvo a ser el niño inocente que creaste. 

Queridos Reyes Magos, aunque soy algo bichejo, nunca pierdo la ilusión por ser feliz.

Feliz día de Reyes.


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