El movimiento espiral de la onda de un adiós

 





Frío en tan solo un segundo...

- Quizá lo verdaderamente bello no se dice, no, es esa idea la que quiero reflejar, porque las palabras solo duran un instante.- Su mirada me había atornillado a la silla, no me sentía cómodo, parecía como si todo en un momento se hubiera hecho añicos, en tan solo un segundo. Sentí frío. Miedo.

- Quizá lo bello se dice solo desde el silencio que supura deseos en la mirada, quizá lo bello solo deba ser acariciado por la voz que contempla un estado, una vida... .- después de soltarme a bocajarro todo la retahíla de lo que pensaba, se acercó y me besó en la mejilla, sanando mis lágrimas, creando una energía desde el frío más gélido, templando por momentos mis pensamientos. 

Sabía que era un adiós, sabía que sus palabras brindaban el final de nuestro momento, y expuse mis labios a ese adiós fortuito. Dejo de ser tuyo porque el témpano es el abismo entre los dos, y ahora, quiero desvanecerme en la brisa del temblor que recuerda tu piel, tu mirada, sometido a mi disposición de olvido y que ahora solo agita el movimiento espiral de la onda de ese adiós...

Su intensa mirada de los inmensos ojos marrones quedaban como un capricho a instalarse en mi cerebro y aprender a mirar de recuerdos, saborearlos y que me inflamen el momento para no quedar espacio para otra referencia del mundo que no seas tú.

Me levanté porque me estaba congelando, mi cuerpo tiritaba al compás de sus duras palabras... No había marcha atrás, separé los pliegues de mi razón, me acerqué a él le besé en la mejilla y mi mano tropezó con el porvenir de una piel tersa: la última caricia a su rostro, lánguido, rojizo por la circunstancia.

- Si pudiéramos mejorar el silencio.- le dije.

Nos abrazamos y lloramos porque la confusión de no saber a qué fuego se pertenece y ver que nuestro espacio se desvanece. Jugamos a querernos. Confiado.

Me volví y salí de su vida... La madrugada ejercía de una mala anfitriona y solo me rondaba en mi cabeza su última frase:

- Entérate de una puta vez; las personas más difíciles de amar son las que más lo necesitan. 

Ahora experimenté, de verdad, la oscuridad más fría en tan solo un segundo.    

Mejor sería olvidarte... Y no mirar atrás... 


Pintura: Roy Lichtenstein, “El beso” 1990.


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