Noche de Verano






El mar obstinado encadena su ritmo de vals, la ola va y viene, las olas vienen y van, y a esa sola canción, dos mujeres a solas, girando prendidas del aire de un sueño, se mecen, se abrazan. Los demás entre sombra contemplan la luna hechicera brillar por las olas. Entona el mar su música muda: dos mujeres bailan a solas, mecidas por su propia canción. 
Una susurra: “esta noche sedienta yo me he preguntado
quién eres y quién eres”.
Solas, hechiceras, sensuales, vivas, orgullosas... Noche de verano unidas por un solo latir, el del amor.
Y resbaló su amor estremecido por las orillas de la ausencia... la noche se hizo cuerpo de esa esencia y se plegaron vencidas.  
Sus labios en su oído, huella sonora, hizo flor de latidos la presencia sin hacer crecer el
olvido. 
Vino sobre una brisa marina acurrucada en el abrazo, como suspiros que estallaban rojas amapolas y creando estrellas plenas... y los labios avanzaron como olas y sumidas en el sueño  de unos ojos, se convirtieron en una. Un único latido.
“Y le he dicho a la nada que si logra apagarme, 
tú, con tus grandes besos, volverás a encenderme!”
La memoria será el ocaso, el corazón y el alma detrás, la noche solo nuestra y para ti, amada mía, la cumbre victoriosa... 

pintura: Winslow Homer, “Noche de Verano”, 1890. París, Musée d'Orsay.





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