Somos un sueño posible




Ahora en estos momentos donde la vida da un revés sin esperar, pienso que nuestro amor es tan grande como el universo, que en este corazón mío, me sobra sentimiento,  que vivo y muero por darte amor, madre. 
Ahora más que nunca te echo tanto de menos que podría recorrer cada recuerdo de tu existencia hasta hallarte como el lucero azul que ilumina mi amanecer. Pero solo veo oscuridad, madre. Es tan difícil todo que me pesa como quintales, un olor, una foto, un sabor... Mayo para sentir, aquel que te nos robó. 
Esa madrugada lenta, fría, solo acertaba a susurrarte te quiero, esos te quieros que no te dije en vida y pesan ahora más que nunca, incluso mi alma reclama el suave bamboleo de tu voz, y no estás, sin encontrar aquello que fui para ti. 
Ahora son trece años ya, y el sonido de tu voz al llamarme se fusiona con la nostalgia de los pensamientos que acaparan cada día, porque no hay día o momento que no me acuerde de ti y más ahora; me hubieras cuidado, nos hubieramos cuidado juntos, estos cuarenta y dos días enfermo sabrías en cada momento qué hacer en mis dolencias, en lo que me come por dentro, en mi oscuridad, como médico que eras para tus cinco hijos. 

La pena ya invade mi vida, por eso el mundo deja para mi de existir, últimamente más, es como esa inquietud que no te deja respirar, latente en cada momento... y preguntándome: Qué habré hecho mal para no poder levantar cabeza
Te extraño tanto que mis ojos se humedecen y mi piel se resiente en ese pensamiento puro. Pero no estás. No, madre. Y no me acostumbro a estar sin ti. 
Sabrás que vivo solo, y hablo contigo cada noche o en los momentos de soledad absoluta, sabes cómo me encuentro, cuan dolido estoy. Pero saldré reforzado por mi mismo. 
Recuerdo cada instante, tu cuerpo dormido, las caricias las sentía como un témpano de hielo y los besos eran algo tan cercano que parecían perdidos en la lejanía. Me encuentro tan vacío de tu ausencia pero mi querer de cómo te quiero y mi amor no desfallece, es el motor... 
Ese cielo, nuestro cielo se abrió y las nubes hicieron un entrañable pasillo, uniéndote a su espacio infinito con tu alma, hallándose sumergido en este universo, mi universo. 
Me aferraba a tu mano, a esa inmensidad injusta que venía, cuyos pasos te dirigían a un paraíso escondido, y mi miedo apresuraba a apoderarse de mi ser. ¿Cómo es posible? me dejé vencer ante lo desconocido y estremecí. Lloré. Y lloré más. Fuerte. Acunado una vez más por tu presencia.

Me invade tus melodías de cada canción, mis recuerdos de la infancia, en cada letra, tu sonrisa. Ahora sé que estás sentada frente a la ventana que te conecta a mi mundo, me observas y me cuidas, pero cada recuerdo, cada sueño te busca. Duele. 
Esa soledad es la ausencia de tu presencia porque cada mayo me cuesta revivir los miedos, esos miedos que permanecen en la parte de atrás de la conciencia, al límite, con los sentimientos que, además, se agravan con la edad; porque me encuentro solo ante tanta pena, echándote tanto de menos que a veces noto que me apago poco a poco. Un vacío, un hueco que no hallo en ti, madre, y que en momentos araña esa puta herida abierta en canal de mi alma y mi corazón. 
Trece malditos años, ese dolor que muerde la ausencia de mi vida frente a la tuya, y ahora que me han echado sal en esa herida, son mordiscos de dolor intenso. 
A veces me culpo, cuando revivo esas 24 horas en las que me aferraba a tu cama y susurraba desde tu libertad, descansa madre. Esa culpa pesa, por dejarte ir, y esa marcha en mi interior me hizo enloquecer, pero era lo mejor, lo que querías, descansar tranquila, serena... pero ese hecho ganaba camino a esa locura que forma el delirio entre suspiros, descontentos y consuelos. Ay, madre... arañaría la luna por abrazarte, por abrazaros. 
Sé que el tiempo me ayudará y no te gustaría verme triste, pero es inevitable, querida mía. 
Sin temor, lanzaré esos besos al aire para que revoloteando te busquen y estallen entre tus nubes. 
Volveré a ser ese pasajero perenne de este viaje circular, un bucle de la tristeza y no creo que pueda superar la vida sin ti. 
Me agazapo en mis palabras, comprendiendo por un momento que lo importante, cuando me encuentro solo, es asomarme a tus recuerdos, tus consejos, tus reproches, tus enfados y dejar que el tiempo se detenga en este amor que te profeso. 
Eres tanto para mí, que es imposible dejar de pensar cada segundo de mi existencia, por eso me cuesta tanto olvidarte, a veces, me entra una angustia porque creo que se me ha borrado tu expresión y corro por un segundo a abrazar una foto tuya. Me tranquiliza. 
Han pasado ya trece y no he dejado de pensar en los sueños que me contabas, pero ya he perdido la inocencia que nació conmigo. 
Si pudiera abrazarte sentirías cuánto te echo de menos, 
Si en tan solo un segundo tuviera un instante de ti, te diría lo que no te dije a los ojos: Te quiero.
Si en tan solo un segundo, rozar tus labios, pudiera... 
Si solo en ese segundo ocupara el hueco de nuestro abrazo...
Todo esto es el principio y el fin de esa eternidad herida que abrasa mi alma, aunque reviva cada momento vivido contigo,  sé que es para volver a vivir.
Cierro los ojos e imagino cómo sería verte a mi lado, madre, y me hace feliz. 
Cuida a Papá, ya sabes que él no puede solo, siempre te ha necesitado a su lado, como todos nosotros. 
Te extraño tanto... Me cuesta tanto... olvidarte.

Te quiero madre, siempre...


"Donde penas y dichas no sean más que nombres, 

Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; 
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 
Disuelto en niebla, ausencia, 
Ausencia leve como carne de niño." 
(Cernuda)

Comentarios

Entradas populares