estupidez




El dolor hace de bálsamo a tus palabras, y el tiempo cerrará todo, hasta mi nostalgia por el roce de mi viento...
No volvería a decirte nada, porque la pena que me invade lo dice todo. Destruye. Ahora vivo en mi letargo, a oscuras para entender un por qué, sobre lo que hablé, lo que ofrecí o lo que amé. 
No comprendo los días y me pierdo en el tiempo que pasa sin perdón, por mi descuido... el tiempo pasa y a su paso va dejando la carga de mis ganas, que cada vez pesa más; tambaleándome, cayéndome, y confío en poder levantarme mirando firme. Esta rutina eterna hace que me convierta en una víctima corriente siendo responsable de mis circunstancias. Antes tuyas, ahora, exclusivamente mías.  

No quiero tocar nada, no soy capaz, para no alterar mi memoria... Querer borrar tus huellas poco a poco, pero no sé que me impide hacerlo. Vuelo. Ahora ya sí, ahora ya he borrado tu identidad.
Me quedo sentado viendo como todo recuerdo se pierde en mi mente, y no sé qué es lo que quiero, si recordarte u olvidarte. Pena. Olvido. Rabia. Quizá sea las dos: Pena y Olvido.
Porque esta angustia me recuerda que estoy vivo... no puedo dormir para escapar en mis sueños de ti... no puedo morir... para vivir mi eternidad, lejos de ti. 
Soy tan solo un cuerpo que respira y unos ojos que buscan
unas manos que se enfrían sin remedio, congelando mis venas y latir... y casi no puedo moverme... tampoco quiero... Deseo ser yo mismo, con dibujo o sin dibujo, pero yo. 
Escribiré la experiencia viva y vivida, aunque sé que forma parte de mi alma dormida, sin saber si está bien o mal...
No me digas nada más, ni me susurres, porque sé que me dices que soy un valiente, pero un cobarde, con elegancia, como un niño perdido, acomplejado de la inmensidad. La soledad era eso. 
Perdido entre la boscosidad de las palabras y plenitud de los hechos, sin llegar a un punto fijo, directo, sin darme cuenta que lo anterior era un preludio y tus actos puro teatro.
Escribiré el consuelo, la alegría que vuelva a aparecer en mi rostro blanquecino y huesudo, en aquel que provocaste  sollozos y miedos... 

De tono bajo encontré, bajo mi sombra transparente, esfumata gris, lo que tengo, tesoro de lingote puro: Mi amor propio. 
Sé ponerle sonrisa al mal tiempo, y enfrentarme con tono bajo a las adversidades, sobre todo en las diferencias injustas de las que me acusan... pero duele, esta vez el guerrero triste se despeña entre pensamientos y sentimientos malos. 
Mis plegarias rugen entre el hueco dejado que se cierra por momentos en la melodía de esta primavera rara...
Sentido propio, sentido escrito sobre mi piel, tatuado sin rechazo.
Siento y existo.
¡Quiero avanzar! Sé que es lo que me pide el alma y sé que es lo que me devolverá la calma... 
Ahora comienza el descanso del guerrero. ¡Por fin!
Eso es lo que hacemos, lo hace todo el mundo, seguir vivos por los demás, por eso tengo una obligación con mi locura, viviendo con la amenaza de tu propia extinción... 

Quería escribir acerca de todo. Todo lo que me pasó en un momento... mi momento. 




Cuadro: "Ulises y las sirenas", John William Waterhouse, 1891.

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