d e r r o t a

Cuando todo empezaba a reconstruirse en mi cabeza y en mi hogar; cuando intentaba coger las riendas de mi vida, entre oscuridad y grises empañados en la memoria; cuando conseguí sonreír por banalidades; cuando todos se volcaron en ayudarme, a sentirme bien conmigo mismo. En ese momento donde mi debilidad estaba en buena sombra y dejé de mentirme a mí mismo. Ahora se estaban disipando mis miedos y la soledad se estaba convirtiendo en una compañera más. Alcancé con las puntas de mis deseos un horizonte dibujado entre el calor de un invierno y el desasosiego de la pena. Pero no. No lo conseguí. La toxicidad de mis pensamientos me hundían como cal en la arena. Dolor. Tristeza. 
Tenía clarividencias exactas y presentimientos puntuales, pero siempre lo hice restándole importancia, nunca dije toda la verdad; cada noche escuchaba los latidos de mi corazón, me aterraba y el miedo de noche, volvió a surgir. 
Sin ganas de vivir, como un autónoma ejercía mi papel en esta vida, sin fuerzas, sin el ángel que portaba, como sombra, desde aquel mayo. Abandonado por mí mismo. Y lo cierto es que la verdad me avergüenza, me avergüenza actitudes vividas y sentirme solo ante todo lo que estaba aconteciendo. No me entendiste, no te importó lo que sentía. Siempre enfrentados como soldados y héroes antagónicos: Padre e Hijo. Ahora me queda la nostalgia de un tiempo mejor. 
Dicen que el dolor pueden cambiar un modo de vida. Eso pensaba. Pero el dolor se multiplicaba por tres. Asolado sin poder despedirme, sin poder haber hablado contigo, sin acercarte a mí pero nunca lo habías hecho, nunca. 
Hice todo lo que estuvo en mi mano, o casi todo, por no defraudar a las mías, a mis mayores, a ellas les debo mucho. Ellas condensadas en la esencia de mamá, sin dejarme caer, pero caí. 
No fuiste buen padre, quizá yo tampoco fui buen hijo, pero todo lo que hice fue por ti, pese a mis pesares y tu actitud. Cuánta decepción silencia ahora mi vida, condenado a aferrarme a una excusa de un fin. Nada es lo que parece, nada puede lamentarme de los hechos. Viviste a tu antojo. Vivimos ajenos a ti, porque no querías, tu ego era demasiado grande por eso no teníamos cabida para tí. 
Intentaré aprender a ser feliz de nuevo, reconstruyendo, como soñaba que alguna vez pudieras comprenderme, sentirme y acariciarme en mi dolor, pero no estabas, solo tu reflejo, solo tu semblante duro y hostil. 
En silencio, te doy las gracias por darme un principio y un final, la soledad consigue que reflexione sobre todo lo acontecido. 
El dolor será solo un recuerdo, y prometo quedarme con lo bueno que hiciste en vida, donde pescabas en tu río o respirabas en un bosque de pinos sin fin. 
El paso de los años no hicieron mella en tu actitud y te volviste más irascible y mas intransigente, un muro infranqueable, como un soldado en la torre vigía. 
No puedo decirte más que lo que te dije en vida, ser consecuente con mis actos como tú con los tuyos y no olvides que quise ser buen hijo, aunque no me dejaras, aunque no creyeras en mí. Eres mi padre y siempre lo serás. Descansa en paz, junto a la mujer que hizo todo por nosotros y por ti. Ahora allí arriba te toca cuidarla y velar por tus hijas que se dejaron la vida por tí. Ellas sí han sido muy buenas hijas, más de lo que te mereciste.  
Ahora necesito un abrazo, una contención, alguien que me diga que todo va a estar bien mientras lloro desconsoladamente solo en soledad, porque pesan, como quintales, las cicatrices. El futuro no venció, y sé que se aprende a base de golpes, golpes de derrota. 
"Y cómo huir
Cuando no quedan
Islas para naufragar..."



Comentarios

  1. Cuanto tiempo sin leerte. Que texto tan bonito y duro a la vez. Creo que debo decir "LO SIENTO". Tienes mi número para lo que necesites.

    Elena González Partida

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  2. Cuando alguien muere es inevitable que aparezca un agujero negro en el pecho, con el tiempo aunque no desaparece del todo, se hace lo suficientemente pequeño para que baste una tirita para que no pase el aire. Se que cuesta horrores, pero es importante intentar no estar en lucha permanente con el ayer (porque nunca vuelve) si queremos estar, al menos en equilibrio, en el balancín que constituye nuestra vida, siempre oscilando entre la luz y las sombras, porque cuando las sombras te abrazan se resisten a soltarle.
    Un abrazo, y seguro que todo va a estar bien
    Maria Jesus

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