Matanza en el búho

00:00 Interior de la casa. Oscuridad extrema. Pequeño foco de luz que sale de una linterna adherida a la gorra de Los Angeles Lakers pegada con cinta de carrocero. 
- Una más, querida, tan solo una.- susurraba mientras se colocaba la gorra en su diminuta cabeza y tomaba una pastilla de fenmetrazina.
- ¿Vas puesta, no?.- su mirada de sorpresa ruborizó a Eluteria. 
- Voy puesta hasta las trancas, claro, ¿cómo piensas que voy a llevar todo esto, Balbi?.- recoge dos cuchillos jamoneros, un deshuesador, un mondador, un trinchero, un alambre de cobre y un spray antimosquitos.
- No me llames Balbi, hostia... Llámame BAL-BI-NA, como mi madre y mi abuela, las dos que tuvieron cojones... ¿Para qué quieres el spray antimosquitos? Estás colocada... deja de esnifar el pegamento, chica que tendremos un problema.
- El problema lo tiene esta puta sociedad consumista, sabes, estoy hasta la cresta de la humanidad, de su condición, de la poca cordura que se tiene... 
- Cordura, ¿dices? Esto es cinismo.- se coloca entre las tetas dos granadas de mano, robadas del museo del ejército donde trabaja de limpiadora. 
- Como exploten, verás tus tetas, serán como las de Ana Obregón en el espacio.- ingiere dos cápsulas de metanfetamina con dos tragos de whisky. Le ofrece a su compañera.
- ¡Quita, coño! que sabe a colonia, donde esté la cazalla.- agarra la botella y bebe sin mesura. 
Eructa al aire.- Burra...- exclama Balbina.
- Sí, hija, sí... echa todo para fuera... No te quedes nada dentro.- le da una palmada en la espalda, mientras mueve pendularmente su cabeza.
- Salud, camarada.- ríe con una carcajada sonora. 
Eleuteria y Balbina, naturales de Carabanchel, dos amigas de toda la vida y de alguna más, porque ellas tienen más vidas que un gato, que se conocieron en el colegio de monjas, concretamente en una sala de castigo por levantar las faldas del uniforme a las otras compañeras. Eran las raras, las oscuras, las feas...
- Pero las que más hacíamos el triquitraque - corregía Eleuteria.- las niñas de nuestra quinta les gustaba las muñecas y a nosotras dos, soplar, ¿verdad Balbi?
Asentía con la cabeza. Entre ellas crecía el amor ya el odio, no podían vivir la una sin la otra y la otra sin la una.
Eleuteria parada desde hace más de cinco años y Balbina trabaja de mantenimiento de limpieza en el Museo del ejército.
- Soy encargada, pero en cuanto sepan que he robado del sótano estas granadas creo que iré con Ele al trullo en vez de al paro.
Dos bolsas del mercadona, una para las viandas.- porque matar da hambre, chica.- escupe Balbina mientras vuelve a ingerir dos pastillas más. Y otra para los utensilios varios. 
Dos mujeres hartas de que se las trate mal, de estar en una sociedad de hombres, de una política que ignora a los que más hacen falta. Harta, Eleuteria de sus cuatrocientos euros de pensión, y de no poder llegar a fin de mes.
- Por eso, querida, vamos a llamar la atención, para que se nos tome encuenta.- empuña el jamonero.
Vestidas de negro, mallas y gorras de publicidad, deciden subirse en la línea nocturna de autobuses urbanos. 
- Balbi, hija, ¿sales con las zapatillas de estar por casa?
- Calla coño, que es para despistar. 
Salen a la calle y al doblar la esquina, ven que el autobús nocturno está en la parada. Balbina grita con los brazos abiertos y Eleuteria corre con las bolsas:
- Espere, espere, espereeeeeeeeee...- logra subir mientras grita a su compañera que viene detrás.
- Vamos, que te pesa el culo, qué buenas pelotas podríamos forrar, Ele.- le espeta dándole una palmada en su enorme trasero.
- Estás muy graciosa, como coja el jamonero no respondo.- grita.
El N-17 línea nocturna de Carabanchel-Cibeles, ellas lo paran en la Avenida de Eugenia de Montijo y querían montarla en cuanto llegaran al paseo del Prado, para ello le quedaban unas veinticinco paradas, mientras unidas por unas manos temblorosas y llenas de arrugas, relataban mascullando las palabras, un croquis de como iba ser todo.
- Cuando yo te diga, YA, te colocas la careta de cerdo y empuñas el deshuesador, a mi me dejas el spray antimosquitos y me saco la teta-granada.- ríe Balbina.
- Oye, mira... 
El autobús va vacío a la altura del Paseo de Santa María de la Cabeza.
- Joder... Bueno estamos llegando a Atocha seguro que se sube gente. Esperemos. Si no me echo a la calle y la lío asaltando el Museo del Prado.
- ¿El museo? a las doce de la noche habrá mucha gente, no te jode... De verdad que tienes unas cosas.- mueve la cabeza a ambos lados, dejando sus ojos en blanco. 
En la siguiente parada se suben tres personas, Balbina le da un codazo a su amiga.

Continuará... 







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