por imaginarte...

Me encontraba en la mañana de tonos grises y malvas, como si el desasosiego se apoderaba de mí en forma de lágrimas furtivas que afloraban rápidamente entre mis ojos. En ese momento supe que no estabas aquí, más que nunca, te pesaba incierto. Cansado estaba. Me desnudé al mismo tiempo que la mañana se despojaba de ese cielo fosco y de una luna diminuta difuminada en blanco. Adherida a mi cuerpo, la soledad pegajosa, de oscura hiel y de cenizas ardientes, no dejaba moverme. La tristeza me envolvió.  
Se tuerce el gesto de mi cara, al tratar de imaginarte, en esta claridad veraniega, sin breves notas musicales.  
Por imaginarte que eres lo que brilla en mí con diversos colores que pintan nuestro arco iris. Detrás, la  ciudad donde te encuentras como el mar que avanza a una playa desierta y dibujo, por imaginarte, los besos intensos, labrados en nuestros labios. 
En tu sabor, presiento el principio de lo que costó años, de una ilusión con punto de locura, por imaginarte en mi día vestido de azul celeste, caminando entre la conmoción de un abrazo. 
Por imaginarte me susurran y me recuerdan quien eres, y cierro mis ojos enmudecidos, sintiendo que te extraño en los confines de mi tiempo líquido. 
De tus manos sobre mi cara y mi piel, por imaginarte, despliego las alas para volar en caída libre de tu silencio. 
Me incorporé en el azul del espacio, por imaginarte, tan azul que aflorara entre mis ojos cada trocito de tus palabras que tranquilizan mi alma, sin sombras oscuras ni aguas estancadas, así de azul como la calma de la inmensidad del latido que procesas en el otro lado del mundo. 
Entre mi mundo y tu mundo, por imaginarte, a mi lado de tu mano mientras te respiro, acaricio tu rostro y dormir acurrucados en la misma órbita, pensándonos. 
El corazón del viaje hizo que gritara, desde lejos, en silencio un te quiero que nadaba por los océanos del sur. Tu sur. Mi norte. Y entre los dos una brújula sin equipaje.
Sin pasados y sin huir, sacándonos de quicio, me siento estupidamente feliz por imaginarte entre mis sueños con tu sonrisa fiel.
Por imaginarte por un momento daría cada aliento de mi día, bebería de las tempestades y escribiría sobre el viento los secretos de mi vida. 
La taza de café que preparé cuando conversé contigo, quedó encima de la mesa, por si acaso, por imaginarte desperté entre tus brazos para seguir queriéndote siempre.  
Entretanto la luna alta vive. Y yo tengo mis veinte segundos de 
felicidad.


Fotografía: "Volando a rastras"   

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