efectos químicos...


- Y si te dijera que tengo el corazón en la boca, ¿me creerías?.- levantó su mirada hacia mí.
- Dime, ¿seguirías amándome, o me abandonarías a la suerte de un destino fatal?. ¡CONTESTA!
Un movimiento de cabeza negó mi pregunta.
Lo sabía. Se lo ponía en bandeja, quería que me dejara, mi miedo quería vivirlo solo. No necesito a nadie y menos a alguien que no sabe fluir en su sentido propio.
Terminé con la casualidad porque tenía un aliciente, el amor. Soy indeciso, tenaz, tosco en cuestiones espirituales, provoco que la luna mengue con mis besos lanzados... pero sobra todo argumento cuando topas con el muro de contención de cemento armado...
- ¡Cállate!, y abre paso a un silencio que pueda oír. Se acabó un tiempo que marcaste con tu presencia.- Alcé la voz a un mundo invisible.  
Soy extremadamente pasional, lo llevo todo al lado oscuro del corazón, donde dejo que los sentimientos terminen pudriéndose por el efecto del tiempo, por eso mis latidos producen ese sonido metálico hueco. Heridas hilvanadas al alma.
Mi alma habita en un desierto rosado, lleno de luz de atardecer cerrado por la inmensidad de la tierra y el cielo, sin confluirse en un punto. Son equidistantes. 
No creo que pueda soportar una herida más, encerrado en la oscuridad, ya no digo tu nombre, porque quedan en el guardapalabras del pasado. Solo quiero un dolor físico que oculte el mental, ese que ahoga  mi vida. 
A veces me siento la carga, donde la escena adquiere un vivo resplandor azul petróleo, y sin tener un espectador que pueda sentarse en la butaca a contemplar mi teatro, ese oscuro y misterioso, ese que perfuma tibiamente en ambiente de tragedia...
- ¡Qué trágico te vuelves, amor!.- susurró las cinco palabras con un sentido jocoso.
- Vivimos el teatro de nuestra vida, ahora es el final de un estado líquido y convertirme en vapor condensado de la esencia que fui.
De tu intransigencia, nace mi libertad; de mi impaciencia, la necedad. 
Intentaré mediante este efecto tóxico creerme el estado de embriaguez que me daba tu amor.
Hablas demasiado y me entra el pánico... No huyas de tu obsesión y ejerce tu impulso en aquel que considera tu egoísmo en peor persona.
Ojalá fuera mi rincón poético una fuente de ambrosía y que la luna pueda perderse entre las manos de dos amantes apasionados, entre besos de labios ardientes, y lengua prolongada y viva.
Ahora todo se atenúa... hasta este maldito sueño. 





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