femenino p l u r a l

Sonó el despertador. Se levantó con un pequeño respingo. Bostezó. Recogió a oscuras las prendas de ropa del día anterior y salió de la habitación de puntillas. 

El día estaba perezoso ni siquiera el ruido de la cafetera había conseguido que un mínimo rayito de sol entrara por la ventana. 

María estaba dispuesta, como cada mañana, a intensificar su prolongación de su existencia en cada uno de sus quehaceres... 

Después de peinar el cabello desordenado y gris de su madre, la abuela Luisa, despertó a los nenes para prepararles para ir al colegio. Diseñó la jornada de cada uno de los miembros de la familia... 

A solas, mientras Luisa, miraba al horizonte, perdida, hallaba María su plenitud, se sentó junto a ella, la cogió de la mano y con pequeños sorbos de café, se veía reflejada en su madre. Sonreía. 

Notó que tenía un sobre en el bolsillo del batín, se puso sus gafas y leyó en voz baja:

- "Querida madre, cuando leas esto, probablemente estarás tomando tu taza de café sentada con la abuela, y ahora que estáis juntas, quiero decirte que te quiero y por ello quiero darte esta factura, por los trabajos realizados en todos estos años:

- Por mantener limpia la casa; por tender la ropa; por planchar; por hacer la compra; por ayudar a hacer la comida, por cuidar de mis hermanos; por demostrar el amor a los demás... etc.. ahí tienes el dinero. Firmado, Ana, tu hija.

María dobló la nota con cuidado y dejó el dinero donde estaba guardándolo todo en un cajón.

A la mañana siguiente, Ana, encontró el dinero en la mesita, y un sobre lila con una máxima que decía:

"Por haberte lavado tu ropa, nada; por haberte arropado y mirado con cariño mientras dormías, nada; por haberte hecho con todo mi amor y lo mejor que sé las comidas que tanto te gustan, nada; por cuidarte cuando estabas enferma, nada; por haberte tratado con cariño cuando te dejó Mario y hacer como si no supiera siquiera que tenías novio, nada; por abrazarte y besarte cuando estabas triste, nada. Total: nada."

Ana entró en la habitación y besó a su madre. 

María abrazó a su esposo de espaldas...

- ¡Qué me quieres, amor!.- le susurra ella, cómplice en el oído.

- Buenos días, preciosa... ¿Entró Ana, verdad?

- Sí... son cosas nuestras.- le besó.

- Mi reina, en otra vida quiero ser como tú... -la retuvo en sus brazos como si le fuera la vida en ello.

María, pletórica, se dejó hacer.

"Felicidades, mujer!!! por marcar el camino de nuestra existencia... por tu sabiduría, solidaridad, fuerza, humanidad, coraje y valentía. Felicidades por ser el principio de todos los grandes hechos..."

El origen del Día de la mujer Trabajadora parece remontarse a un terrible suceso acaecido en Nueva York en 1908. Se cree que un grupo de mujeres trabajadoras, costureras industriales, de grandes fábricas se declararon en huelga para protestar por sus condiciones laborales.Reivindicaban aumento de los salarios, reducción de la jornada laboral y el fin del trabajo infantil. Durante esta huelga pacífica, 129 mujeres murieron quemadas en un incendio, al parecer provocado por el propio empresario, en la fábrica Cotton Textile Factory.

En 1909 se celebró por primera vez en los EEUU el día de la mujer trabajadora respondiendo a una declaración del Socialist Party of America. Este día, 8 de marzo, fue propuesto en 1910 como día internacional de la mujer trabajadora durante el Congreso Internacional de Mujeres Socialistas en Dinamarca. En 1911, al año siguiente y en respuesta a este decreto, más de un millón de mujeres y hombres europeos participaron en manifestaciones por demandas de igualdad para la mujer.

El 8 de marzo de 1977 la oficina de los Naciones Unidas declaró “El Día Internacional de Mujeres Trabajadoras”. El  color elegido para representar los esfuerzos de las mujeres que murieron es el lila.