I n e s p e r a d a m e n t e


Mi cuerpo fatigado de una semana de nerviosismo y de la preocupación de que todo saliera perfecto, entre la inquietud de un no sé qué, y de un probablemente "sí", hacía estragos en mis pensamientos. 
Vacié los miedos en el desagüe de mi ducha vespertina, y conseguí acertar en todo lo que me había propuesto.
Contento, decidí apretar la tecla que me sumergía a un mundo absolutamente directo de sentimientos y de largos hilos conectados a través de un abrazo cósmico que enlazaba en una maravillosa amistad sin saber, a ciegas,  si respiramos el mismo aire, o si nuestra voz hacía buenos honores a nuestro lenguaje escrito.
Llegó el día, la conexión se hizo tanto y tan fuerte que mezclé confesiones, tropezones, risas, sin un remedio que ofrecer ante tanta cercanía, y entregué lo más valioso para embellecer el chispazo del momento: mi latido que al unísono formó la palabra amor bajo mi vieja ciudad:
Aquella noche, empecé a creer en tí, emocionado, se disipó el miedo que tantos años surcó mi existencia: la soledad. 
La huella que dejaste en tan sólo un segundo, costará borrarse, porque has alegrado la tristeza y has abierto el lugar donde nadie puede pasar donde habitan todas las sensaciones y momentos felices, bombeados por la adrenalina formada en la esquina del corazón, de tus besos, de tus bonitas palabras, de la belleza de tu existencia. 
Inesperadamente la faz de una sola existencia, se convirtió en un abrazo colectivo, un enamoramiento sano, entre la sensatez y la dicha.
Esa noche se convirtió en una segunda parte viva, altiva, genial, que derribó en una despedida silenciosa que vagaba entre todos nosotros como un "me cuesta tanto olvidarte", un te quiero volado entre el cielo azul de Madrid, y la brisa mediterránea de Barcelona.
Qué bonito es construir un espacio donde todos hablamos el mismo idioma: la amistad.
"lloró de felicidad, señora, musité, entre los sollozos..."
La gratitud se vuelve una espera, y esta espera se volverá un reencuentro, donde sabemos que a ambos  lados nos escuchamos, nos queremos aunque sea en la distancia, una distancia cercana. 
Unidos por el mismo latido de nuestro corazón.   
"La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas (Aristóteles)".
Ya no tengo un alma, ahora tengo diez.  




     

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