NEGRO, carbón...

               Dos amplios sombreros de cáñamo lleno de agujeros y con las alas desgarradas cubrían sus cabezas; el sudor recorría sus frentes rojizas dando lugar a las fuertes insolaciones. Camisas hechas jirones, descoloridas, sin mangas, tapaban a duras penas los robustos y peludos pechos. También los pantalones estaban destrozados, y las piernas y los pies, descalzos, cubiertos de hollín negruzco. Aquellos dos hombres podían confundirse con dos fugitivos de alguna prisión de la isla de Atroz, si en aquella época hubieran existido las cárceles que se fundaron más tarde por los colonizadores británicos. 
Pero, no, estaban en el siglo veintiuno y recorrían a pie las calzadas de la meseta peninsular. 
Compusieron a un espantapájaros que cuidaba un campo de girasoles con los dos sombreros tronchados, y en una acequia próxima bebieron agua para mermar el calor que soportaban. Portaban sendas mochilas y entre ellas dos casquetes de polietileno, con visera, y encima de ésta portalámparas de una luz azul, "fría como el hielo de enero", reía uno de los hombres. 
Las uñas eran la muestra de la presencia de lo duro de sus vidas; la cara mostraba cada pliego de su piel como un papiro enrollado, marcando el tiempo eterno de su faena.
Los dos hombres cantaban, hablaban e incluso el silencio se hacía bonito, como si de ellos no dependiera, como si fuese parte de la intimidad.

Cayó la noche, cubierta de nubes gríseas... continuaron andando, al ver aquella gran llamarada que emergía nítidamente sobre el fondo azul intenso del horizonte, entre el refulgir de las estrellas, y el negro del asfalto, ambos intercambiaron una mirada inquieta.
- Echa una ojeada al futuro.- vociferó el que parecía mas joven.- 
- Fíjate bien, tú que tienes la vista mas aguda que yo. Ya sabes que es cuestión de luchar, la vida es una lucha constante, llena de sinsabores pero cuando ganas una batalla, rejuveneces cincuenta años.- sonreía el otro.

Al momento, centenares de lucecitas, pareciendo pequeñas luciérnagas se unieron a estos dos hombres, no era un fin como se decía... era el principio de un camino duro y difícil, un largo túnel de miles y miles de metros de largo, apenas sin luz y lleno de polvo de carbón, semejante a una galería. 
- Ahora estamos en la superficie, ahora queremos hacernos visibles, ahora estamos en lucha, y por ello con ilusión queremos hacernos oír.

Un abrazo negro entre los dos hombres contagió a todo el grupo y entre vítores continuaron su marcha... una marcha negra para enmudecer a toda una gran ciudad.

A todos los mineros.       

Comentarios

  1. que lindo, que duro... me gustó:Ya sabes que es cuestión de luchar, la vida es una lucha constante, llena de sinsabores pero cuando ganas una batalla, rejuveneces cincuenta años.

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