Tarde con Shostakovich

Tardes en las que la ciudad suena como un vals de Shostakovich...
-¡Buenas tardes, abuela!.- sonrío Dámaso.
La abuela buscaba en la repisa de la biblioteca del desván, entre el polvo sumido de recuerdos y nostalgias fundidas de la generación familiar.
- Oh, mi niño... ¿Qué tal la escuela, precioso?.- abrazó al pequeño.
-¿Qué haces abuela?.- dijo curioso, mientras comía su merienda a grandes dentelladas.
- Ahondar en mis recuerdos... ¿me ayudas?
Terminó la merienda, y olfateó entre cajas de madera y cartón, sin entender nada de lo que su abuela le había dicho.
- Escucha mi amor.- cogió un libro amarillento y arrugado, como su corazón, lo apretó en su pecho para fundirlo en sus latidos, y esbozó una sonrisa unida a dos lágrimas caprichosas nacidas de sus preciosos ojos verdes.
- El verso debe ser antes que nada música; una armonía de sonidos que hace soñar, es la arquitectura sólida del poema, la elocuencia y el orden romántico que no resultan inútiles para traducir por medio de la melodía, lo impreciso, el matiz, las sugestiones, las leves sensaciones...- leía absorta la abuela.
Dámaso con sus ojos abiertos como platillos, no ocultaba su emoción por lo que la abuela impregnaba todo el desván de emociones. La fantasía del pequeño volaba...
-Y esas melodías.- proseguía la abuela.- son un plan incierto, palabras vagas, grupos de sonidos inesperados y evocadores, despertando la sensibilidad del oyente y transferir en ella parte de la sensibilidad del artista. Escucha Dámaso.
Extrae de una caja de madera un disco de color sepia donde se puede leer una letras negras SHOSTAKOVICH. SUITE Nº 2 WALTZ.
Cerró los ojos e imaginó que su abuela vestía con un traje compuesto por un corpiño con grandes pliegues en la espalda ajustados por el corsé, la falda y sobrefalda en tonos champagne y un peto triangular que cubría el pecho bajo la abertura frontal del vestido de color verde esmeralda. Dámaso se deslumbraba por el colgante de diamantes que reposaba sobre su pecho.
Estaban embaucados por la melodía, cuando la abuela le invitó a bailar... La tarde difuminó en tonos ocres las sombras de nieto y abuela.
El pequeño reía y reía por los vaivenes del movimiento de los brazos de su abuela, las vueltas y los tropiezos hacían de la tarde una fiesta.
- ¡Dámaso! ¡A cenar...!! ¡tráete a tu abuela, cariño!.- gritaron desde la ventana de la cocina que daba al patio interior.
Dámaso cayó en el vacío de la nostalgia y empujó hacia dentro de la casa la silla de ruedas que sentaba su querida abuela. Ella con la mirada perdida en el horizonte, movía sus dedos rugosos al compás de la música imaginaria.
Dámaso acurrucó entre besos fuertes y sonoros, susurrándole al oído:
-Mi vida, después de años de ignorancia y orgullo, adquiere significado. Volver a los aromas y sonidos del hogar, sentir que la tarde es dorada y que la tierra del jardín es la prolongación de nuestros momentos, abuela, me hace feliz. Viajar en sueños y en vida, cruzar tu sabiduría y dejarse llevar por lo que fue tu imaginación.
Ahora soy tu pasajero de las que fueron tus ideas, y portador de tan maravillosas situaciones.
La ciudad seguía sonando al vals y Dámaso y la abuela bailaban en su cielo.



La música que ha inspirado el relato podéis escucharla

Comentarios

  1. Que bonito recordar, que bonitos recuerdos, vivencias que no volveran a ser iguales pero que reconfortan el corazón.
    Me encanta hermano, me ayuda a tirar para adelante. Muas.

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