Asesino de palabras...






- Profe, ¿Escribimos como hablamos o hablamos como escribimos?.- le cuestionó la joven Virginia.
- Señorita Virginia, el arte y el sistema de escribir cada palabra como es en si y poder colocar cada letra en su sitio, sin errores, es todo una hazaña.
- Por esos, chicos, tenéis que estar atentos a no cometer erratas, y por supuesto yo tampoco, será un trabajo de detectives, donde averiguaremos cuál de todos nosotros es el asesino de palabras.
Mateo introdujo a los chavales en una ortografía de investigación... Todos sus alumnos eran sabuesos agentes de la palabra y por la palabra.
Virginia presumía de saber escribir sin falta cometida, pero se le daba muy mal los signos de puntuación...
- Profe, no entiendo estas marquitas en medio de las palabras ni sé cuando se colocan... Jo... me meterán en el calabozo si alguien me descubre... ¿Eso es falta, Profe?.
Mateo río con fuertes carcajadas mientras peinaba su perilla canosa con sus manos, y su boca entreabierta, podía dibujar una sonrisa perfecta enmarcada por unos dientes separados y blancos como el marfil...
-Virginia, los signos de puntuación son las marcas de la lengua escrita que sirven para significar las pausas tonales del discurso.... por lo tanto tienen funciones específicas, aunque su uso te desconcierte, no obedece a reglas fijas, ya que depende siempre del estilo de quien escribe.
Pero debes saber que estas marquitas, como las llamas, adquieren funciones gramaticales y es importante que conozcas cuáles son.- explicó. mientras escribía en el encerado todos los signos de puntuación.
Los chavales miraban atónitos a su profe, le seguían en cada indicación, en cada grafía.
Los alumnos eran hábiles y rapaces a la hora del dictado, se peleaban por sentarse en la primera fila, y la clase era un auténtico velatorio, ni el zumbido de una mosca o si alguien se atrevía a toser o a respirar más alto de la cuenta, todos giraban sus cabezas con miradas aterradoras sobre el protagonista de dicho sonido.
Mateo comenzaba su dictado alzando la voz, pronunciando como un autónoma y entre la satisfacción y la exigencia del amor propio inculcado a sus chicos.
Cada palabra era masticada y elaborada por sus cuerdas vocales como un pan recién sacado del horno, y humeante, los chicos la cazaban al vuelo y la copiaban con letra limpia y clara, porque se jugaban su sitio en la libertad del vocabulario o en la trena de la penuria ortográfica, o lo que es lo mismo, Asesino de palabras...
Cuando se pronunciaba aquello de ASESINO DE PALABRAS, los alumnos abrían sus ojos como acusados de un parricidio, salidos de sus cuencas, y a punto del llanto; de ahí su dedicación exhaustiva.
Al terminar el dictado, Mateo, escribía en el encerado el dictado, con su letra cursiva, rápida y perfecta, mientras, los chavales se intercambiaban sus escritos por orden de lista alfabética, controlaban como sagaces inspectores académicos el escrito del compañero y el escrito de Mateo:
"Clementina era una linda niña, de dulce sonrisa y tierna mirada, tenía unos ojos muy grandes que brillaban siempre de alegría, de cabello negro y piel dorada. Vivía con su padre en el campo y tenía la grata compañía de su perrito llamado chispas, quien la acompañaba siempre en todo momento. A chispas le gustaba que su dueña le arrascara entre los lomos dorados de su pelo."
- A ver, chicos,... tres..., dos..., uno..., ¡YA!.- gritaba Mateo, como si fuese una carrera automovilística.-
Ellos, desenfundaban su rotulador rojo bermellón para descubrir quién es el culpable de un, doble o triple asesinato.
- ¡Profeeeeeee!.- grita Virginia, alzando la voz como si hubiera cogido del pescuezo al crimial.
- Dígame, señorita.- se levantó de su asiento rápidamente.
- Usted ha puesto arrascara.- balbuceaba tímidamente, le imponía Mateo con su presencia por encima de ellla.
- ¿Cómo?.
- Sí, Profe ha puesto en la última línea "Su dueña le arrascara entre los lomos" y es Rascar... .- se oyó una gran interjección onomatopéyica en toda el aula.
- ¡OOOOOhhhhhhh!!!!
- Debe per... per... ma... necer... en si... si... lencio,.- proseguía Virginia, lanzada.- tiene derechoaunabogado, y puede realizar una llamada.
- ¿De qué se me acusa? .- preguntó el maestro.
- De matar con saña a la palabra Rascar.- sonrío con mofa.
- Está bien. Me habéis cazado.- tímidamente y con dos sonrojos en sus mofletes, recogió sus cosas de la mesa.
- Profe, yo seré su abogado.- gritó Miguel desde el fondo.- seguro que ha habido una conspiración, usted es una autoridad pública, y no debe ser provisto de las palabras.
- Gracias, Miguel.
- Profe... ¿Cómo se declara?.- le preguntó Miguel.
- Soy culpable. - agachó la cabeza e intentó salir de la clase, flanqueado por dos chavales con semblante serio.
- Profe, Profe, ... ¿Qué hay detrás de las palabras?.-Preguntó Virginia.
- Un momento quieto, un instante aletargado altamente refulgente de vida: El pensamiento.
Mateo salió del aula, contento, feliz, de llevar su objetivo a buen puerto.
- Mañana os veo, chicos... Estaré recluso en la sala de profesores.



Comentarios

  1. Miguel me encanta, que relato más bonito. Que bueno sería si los alumnos se tomaran las clases tan en serio como describes, y por último el profesor cazado. Me gusta sobre todo el lenguaje que empleas .. He disfrutado mucho leyéndolo.

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