Tormenta de verano... (microrelato)

- Cuenta: uno, dos, tres, cuatro... .- gritaba Elías hasta ser interrumpido por un estruendo fuerte del trueno.
- ¿Ves? lo tenemos aquí encima.- dijo María al ver la cara de pánico del pequeño Diego.
Mi madre tiene miedo de las tormentas porque ha visto muchas y siempre ha ocurrido algo, sobre todo en el sur, donde los vientos hacen de las suyas a todos nosotros.
Elías soñaba con la luz del sol al atravesar como una llamarada el denso capote de las nubes negras que al amanecer auguraba el día. Desde la ventana de su cuarto se veía una ciudad casi oscura, montañosa, metida en un hueco lleno de radiantes manchitas de muchos colores.
- Tiene que llover, para purificarme.- se sentó en la azotea con su mirada perdida en el zenit solar.
La lluvia llegó sin darse cuenta, y quedó empapado en tan solo un segundo. Permaneció inmóvil, sereno, mientras su cabeza dibujaba sensaciones diferentes, olores agradables y sobre todo había desaparecido su malestar.
- Cuenta, Dieguito: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... .- volvió un ruido atroz, pero más lejano a interrumpir la dicta de números.
Diego salió corriendo y se escondió en la caja del reloj de pared, ya que era menudillo y cabía perfectamente en el hueco del péndulo.
Elías seguía absorto, húmedo y lleno de buenos propósitos... Decía adiós al humo que envolvía su conciencia, y su alma ya no jugaría a dobles intenciones, se encontraba seguro, lejos de los ojos juzgadores de la gente que conocía.
- María, Diego, Madre... tengo los pasos ansiosos de recorrer caminos, y olvidarme de los miedos guardados. Tengo los brazos abiertos para abrazar al destino.
Todos sonrieron, la tormenta había pasado y los deseos y anhelos en la azotea encendidos.

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