El hombre que soñaba con comprar diccionarios a granel...



Inspirado estaba en demostrar que las palabras eran su fuerte, las masticaba y las engullía paladeando como si fuese un buen vino. Las tenía clasificadas por tamaños: derivadas, compuestas, parasintéticas y las pequeñas, las simples.
Dormía abrazado, si le faltase la vida, al María Moliner... sin dejar de pensar en el ilustrado de Sopena, una antigualla al que ojeaba todos los días mientras tomaba café verde.
Además de las cualidades personales, Él era de esa clase de personas que por su acción alcanzaba ya la obsesión, ya el abismo. Sobre todo necesitaba de las palabras para conseguir las esperanzas de que se puede vivir mejor.
Como un androide, en la noche, cuando su vista no le podía seguir cada acepción, cada entrada o cada información gramatical, se preparaba su sueño abrazado al pecho de su diccionario de sinónimos y antónimos, y a modo de juego, disfrazaba cada término en oveja insomne, las dictaba, y agotado conseguía dormir.
En su sueño se veía vestido de domingo, viajando en avión, pero como no había lugar, viajaba colgado de las abreviaturas y de las frases hechas de cada entrada; era de los que se aprovechaban de su conocimiento para su provecho, para ganar más confianza o incluso para asustar a alguien... Se sentaba en su butaca del avión con dos de sus mejores diccionarios, que incluso los pájaros dejaron de cantar durante los cuatro minutos en que Él se puso delante de sus palabras... Dormía feliz, soñaba entre vocablos, desplazarse a otro lugar, donde podía comprar diccionarios diferentes, que pudiera descubrir un mundo de voces y etimologías... Aferrado a su Sopena, elegía las palabras con las que, a modo de trueque, vendía por nuevos diccionarios... El avión arranca, y se lamenta porque tendría más o menos una hora de viaje, sin tener miedo a caer porque las nubes de retruécanos le servía de colchón.
Al llegar a la tienda de diccionarios en el país de las mil palabras, Él ofrecía un nuevo vocablo, y la amable dependienta le expendía su compendio de glosarios:
- Buenos días, para decirle eso, necesito desgarrar las puertas del silencio, y para decirle lo que siento debo sentarme frente a usted, y olvidarme de todo por un momento.- le dijo quitándose su sombrero a modo de cortesía protocolaria.
- Buenos días, le añoraba ya, pensaba que no iba a venir... ¿cuál es la palabra elegida para vender?
- La elegida es Vorágine, por la fuerza que le imprime el ser una palabra esdrújula, y por su significado.- recitaba con su intensa voz.
- Magnífica elección, señor, aquí tiene, su diccionario etimológico.
Sonrió, dibujando sus labios tras ese fosco bigote.
- Como propina, señorita le regalaré otra palabra, para su uso personal. Cambalache, porque es sonora ¡Y se me llena la boca al pronunciarla!
La dependienta río, y le aplaudió, que salió del bazar al ruido de la campanilla de la puerta.
En todos sus sueños preparaba su cambio de palabra por diccionario, una manera preciosa de comprar, ese era su dinero, las palabras...
Compraba tres por noche... elegía palabras nobles de gran resonancia: Cantimplora, Abigarrado, Bacín... ésta última corría el peligro de extinguirse en una nueva edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Al despertarse, notaba adherido a su cuerpo, vocablos difuminados en su piel como calcomanías, que cuidadosamente colocaba en un álbum de familia... Esta misma mañana encontró como segunda piel las palabras: Hosco, Mejilla (pensó porque seguramente rima con caricia), Ranúnculo (expresa todo lo pequeño que puede ser cualquier cosa), y cuando vio la última sonrío porque le evocaba su aroma y el sonido al pronunciarla: Vainilla.
El único vocablo que fijo para siempre en su piel, después de su sueño, fue Sándalo, haciendo un guiño a su amado Borges, que afirmó que era la mejor palabra olorosa del idioma castellano.
Todos los diccionarios que adquiría, cada noche, cada sueño, se convertían en su Zalamería particular.
- Déjame respirarte, pero no en silencio, permítame decirle que le quiero a través de un beso, acercarme suavemente a su oído para que escuches mis pensamientos color verde esperanza.
Así empezaba la mañana con su presentación en sociedad de su alcoba al nuevo diccionario que adquiría, en las repisas de su mundo... nunca nadie fue tan feliz con las palabras...



Comentarios

  1. Es impresionante !!!!
    Me he quedado boquiabierto como una cantimplora destapada.

    Qué Vorágine de palabras tan bien empleadas !!

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  2. Magnífico! tenías razón...
    ¿Qué me darán por desasosiego?...me gusta como suena con tantas eses :)

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  3. Me lo leíste y me encantó, lo he vuelto a leer y me quedo sin palabras, me maravillo de tu facilidad para contar historias, del lenguaje tan bien empleado, cada día escribes mejor. Voy a pensar en una palabra para regalarte...

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  4. Precioso, Miguel, precioso es mi palabra, te la regalo, me has hecho sonreir, me has hecho feliz con solo leerte. Gracias!

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