pEqUeÑo DeSeO



Todos nos acordamos de los deseos que teníamos de pequeños: tener un perro, ir al parque de atracciones, viajar al pueblo, o incluso divisar el mundo montado en globo.
Yo siempre fui un niño un poco raro, y trasto, que quería tener un brazo escayolado, gafas de pasta negra o incluso tener asma en mis pulmones... simplemente por hacerme el interesante, el guay de la clase...
También soñaba triunfar en el mundo de la gimnasia rítmica... jajajaja, sí, cogía papel higiénico enganchado en un rotulador y me ponía a danzar como si fuese Nadia Comaneci, o si me apuras un cantante, porque berreaba las canciones que gustaban a mis sister... ¡Qué influencias tengo de ellas!
No sé de donde me sale esa asociación de ideas tan extraña: gimnasia, cante y disfraz... Quizá por estar rodeado de chicas siempre, e idolatrarme como el marido perfecto... si me vieran ahora, mis chicas del cole, muertas quedarían...
Cuatro de noviembre... cuando llegaba mi cumpleaños, mis primeros cumpleaños, me gustaba pensar en los pequeños deseos, que podía suspirar o aspirar en el momento cumbre, la tarta, llena de velas humeantes y todos alrededor con cara de felicidad... Era cuestión de unos simples segundos que parecían eternos, entre el nerviosismo de consumirse la velita en materia, pensar en pequeños deseos de niño y ejercer de buen maestro de ceremonias, encaramada a la figura de mi madre...
Todo lo organizaba con todo detalle y sobre todo lo que a mi más me gustaba... Esos sandwich llenos de mantequilla con jamón York, del otro no:
"cariño, el serrano está por la nubes, lo comeremos en navidad, el York es más jugoso y sabroso..." como no entendía me daba igual, lo importante era mi fiesta, la mirinda de naranja, qué chispeante, qué rica, provocándome esas risas absurdas por el burbujeo en la nariz y garganta... las patatas fritas aceitosas, ricas en triglicéridos y esos gusanitos rojos, gordos como mi dedo pulgar, que mojados en mirinda, eran un manjar especial de mi día... y la deliciosa tarta de chocolate de millones de capas, a veces las contaba, otras las desmembraba con la cuchara, comiéndome una a una, hasta que me chupara el alma, el azúcar.
Era el niño más feliz, con tan solo una tarta, y una pequeña fiesta de cumpleaños, donde verdaderamente era el rey feliz del mundo. Jugaba días previos a imaginarme mis pequeños deseos, mi viaje astral despertaba inquietudes en las noches, quería un pedazo de cielo, allá donde no existe los mapas, y mi constelación era mi motor diario, mi energía mi pequeño paraíso.
La terraza la convertía en una escuela, yo el profesor, si jugaba con alguien, yo era siempre el profe, nada de alumno, sino me enfadaba y no jugaba... La herramienta, la tiza, robada del cole donde pintaba en el poyo de la ventana contigua a la de mis hermanas... claro, luego me llevaba alguna bronca que otra, de mi madre, y de mis adolescentes granosas de mis hermanas.
Mi primer deseo, ser profesor e instruir ante los chavales el amor propio por aprender cosas nuevas, y plasmarles mi pasión por la buena docencia.
En todos mis deseos, siempre se encontraba mi madre,... Antes que las velas se consumieran, el agobio con que los comensales te metían prisa, para que pensaras tu pequeño deseo, la imagen de mi madre siempre me venía a mi cabeza... "no me faltes nunca, estoy pendiente de tu sino, qué me importa la vida si no estás conmigo." pensaba.
Ya de adulto, en mis cumples, me sigue viniendo la imagen de mi madre a mi cabeza, de la que nunca se fue... ella detuvo mi mundo.
Los deseos aveces se escapan, huyen, se esconden entre la penumbra de la soledad, por eso será, porque desde que tengo uso de razón, he pedido lo mismo, y de tanto pedir, ya no me hacen caso.
Ahora sé, que nunca dejaré de soñar, ni de desear, aunque ella físicamente ya no esté...
Nunca te soltaré de la mano, y en tu piel escribiré tu nombre, contigo voy, madre, en mi pensamiento.
Yo sólo soy el que soy, siempre deseando desear, pese a que sea pequeño.

Comentarios

  1. Una vez más has conseguido que me emocione.

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  2. No tengo palabras, me vienen lágrimas a los ojos, tus recuerdos son los míos, me acuerdo de todo, como si lo viera...,no dejes nunca de soñar, ni de pedir deseos en los cumpleaños, ni de escribir estos relatos tan bonitos que me hinchan el corazón. Un millón de besos.

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