Lloré...




Ayer fue domingo, pero no un domingo cualquiera, era un domingo estúpido, insulso, sin nada en su contenido. Ayer incluso el tiempo no lo acompañaba; es como si dijéramos que ayer fue el blanco de todo: día tonto, día de bochorno, día gris amenazante con lluvia ligera, carácter perezoso..., bordeando la tristeza, ¡bienvenida seas!.
Deambulaba mi alma separada de mi cuerpo, inerte, ido... "es el día".- pensé. Mi cuerpo se quejaba de dolores casi inexistentes, quejíos del alma... Pensé.
Mi cabeza acolchada, difuminada por los pensamientos y sentimientos dispares; quehaceres no hechos, rutinas acechantes, momentos de nostalgia, lugares del ayer, o el futuro del mañana... Todo se había convertido en una espiral, si sumamos que mi cuerpo desprendía el calor que soportaba a
través de mi sudor que agonizaba mis kilómetros de piel hidratada... "es el día".- volví a pensar.
Son de esos días en que todo te molesta, hasta a mi mismo... imposible, casi por la fuerza, retorné al lugar donde crecí y me encontré de bruces con el sufrimiento de pensar en algo que se ha tenido y que ahora ya no tengo... lo asocio a mi memoria cariñosa, fiel, a la estima que produje por todo aquello vivido: un olor, un sabor, una visión... todo ello me desbordaba haciéndome caer exhausto en el sofá meditabundo de antaño.
Intenté dormir, lo necesitaba, pero no hubo forma... imposible conciliarlo si tienes una inquietud o desasosiego, lo estaba, infestado ya de tristeza... Volví a incorporarme y presencié en el mismo salón escenas pasadas, recordando algo más inesperado que la tristeza, que ya me invadía por completo.
Salí de allí como pude, sordo, ciego... sin forma aparente... necesitaba llorar.
Lloré, lloré como mucho tiempo no lloraba, por alguien, por atención, por extrañar, por mi mismo, lloré. Lloré e hizo desvanecer mi tristeza, ahora quedan los posos, clavados en mi alma, que poco a poco se desenganchan de sus púas recias. Las lagrimas es el medicamento natural para combatir la bienvenida tristeza.
Ese fue mi domingo: lluvia y lloro, lloro y lluvia, cegada por el poco entusiasmo de creer en mi.
Espero que los días tontos no aparezcan en el calendario.
A veces llorar no es malo, revitaliza, neutraliza el dolor, por eso, cuando vuelves a reírte te preguntas por qué lloré tanto.


Comentarios

Entradas populares